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Lima: Transporte deficiente y tránsito caótico

1 Octubre, 2010

Uno de los problemas que nos afectan a todos los limeños por igual, junto con la seguridad, es el transporte. Si somos pasajeros y viajamos en transporte público tenemos que soportar viajes muchas veces prolongados o que se hacen interminables (aún cuando los trechos son cortos), unidades sucias, en mal estado, con choferes y cobradores de malos modales, un entorno del que sólo podemos librarnos con un MP3, o algo que nos distraiga.

Si nos encontramos al volante tenemos que soportar la imprudencia de estos choferes, conductores particulares, la incompetencia de la policía, las calles bloqueadas o en reparación (sobre todo en épocas de elecciones o a fin de año, sea por política o por improvisación). Al final queda la sensación que el país anda como el tránsito: no avanza, o lo hace con exasperante lentitud.
Los graves y hasta ahora insolubles problemas del tránsito se ocasionan porque empleamos un sistema de micro-transportación: unidades pequeñas como taxis, mototaxis, camionetas Van (o conmutadores, como se les denomina en EE.UU. y que en el Perú las vemos a menudo operados por las empresas hoteleras o de traslado y recojo en el aeropuerto), coaster, o las celebérrimas Combi, no aptas para una ciudad que está en camino de ser una metrópoli. Pero tal parece que la improvisación ha sido la norma. ¿O es un tema de voluntad política, en la medida que los transportistas constituyen bolsones electorales?
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Todo está en la mente

1 Septiembre, 2010

La salud mental es tan o más importante que la física. Si el deporte es importante para la salud física, como nos señaló Eddie Fleischman en la edición de Junio, la salud mental es complementaria con la física. ¿De qué sirve la salud física sin salud mental? Ya los griegos lo dijeron en la antigüedad: “Mente sana en cuerpo sano”.

En un mundo moderno (sobre todo el urbano) donde se vive frenéticamente, donde lo urgente desplaza a lo importante, donde tener es más importante que compartir o que sentir, donde los problemas económicos nos preocupan, y la ciudad y su caos nos asfixian, es de esperar que nuestra salud mental se vea afectada.
Las cifras no mienten: alrededor del 1% por ciento de la población mundial, padece depresión crónica o ansiedad, la violencia, y las adicciones, muchas veces relacionadas unas con otras. Como mencionamos, estos problemas, considerados de salud pública, no distinguen clases sociales. Ocurren a todo nivel.
¿Cuántas veces confundimos los cuadros y los síntomas? ¿En cuántas ocasiones no distinguimos una estado pasajero de melancolía con una depresión crónica? ¿A causa de qué consumimos pastillas, creyendo que solucionan nuestros problemas, o qué estos van a desaparecer? ¿Por qué transferimos responsabilidades por acciones que son nuestro deber, y por qué buscamos sustitutos para nuestros afectos? ¿A causa de qué además, cuando nos sentimos mal terminamos estando mal físicamente, con diversas afecciones físicas como gripe, problemas de presión, o dolores de cabeza?
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A más deporte, mejor salud

1 Junio, 2010

El deporte cumple múltiples funciones en una sociedad: es catarsis, fiesta, bálsamo para curar, o al menos aliviar las heridas de un país. Un estadio, un coliseo, puede ser el único lugar, junto con un templo, que ciudadanos como nosotros, tan lejanos de ser una nación, podemos confundirnos en un abrazo en una jornada de triunfo. También puede ser empleado para fines políticos deleznables como mantener a una dictadura como ocurrió en Argentina y en los países europeos durante la segunda guerra mundial, o puede usarse válidamente para unir a un país como se puede ver en la extraordinaria “Invictus” la película sobre el mundial de rugby de 1995 y cómo el mismo Nelson Mandela - cuyo país es anfitrión de esta fiesta- promovió y usó el deporte para crear un tejido social en la sociedad sudafricana.

En cualquier caso, el deporte necesita desarrollarse a partir de una concepción que tenga el estado sobre esta actividad. Es decir, una política, y acá encontramos que nuevamente, se carece de una política al respecto.
Y aquí estamos hablando de algo recreativo, pero además que genera inversión, como nos lo mencionó meses atrás Manuel Súnico, y cómo el fútbol le había cambiado la cara a Ayacucho y a Iquitos- para la cual también deberíamos ver, por ejemplo, el caso mexicano, para no hablar de países como España que poseen una política deportiva definida.
Según la Organización Panamericana de la Salud - como nos lo recuerda nuestro entrevistado, el periodista Eddie Fleischman - por cada dólar que se gasta en deporte, se ahorra tres en salud. Para decirlo en términos más simples: a más deporte, mejor salud.
Desgraciadamente, la política estatal en este ámbito ha sido ponerlo como el furgón de cola de la educación- en la que también andamos mal- y usarlo eventualmente como un medio de propaganda o de distracción social, como pelearnos con la FIFA, perder la sede de un mundial, y después someternos. O cualquier otra Federación Internacional, más poderosa que nosotros, por supuesto.
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