Todo está en la mente
La salud mental es tan o más importante que la física. Si el deporte es importante para la salud física, como nos señaló Eddie Fleischman en la edición de Junio, la salud mental es complementaria con la física. ¿De qué sirve la salud física sin salud mental? Ya los griegos lo dijeron en la antigüedad: “Mente sana en cuerpo sano”.
En un mundo moderno (sobre todo el urbano) donde se vive frenéticamente, donde lo urgente desplaza a lo importante, donde tener es más importante que compartir o que sentir, donde los problemas económicos nos preocupan, y la ciudad y su caos nos asfixian, es de esperar que nuestra salud mental se vea afectada.
Las cifras no mienten: alrededor del 1% por ciento de la población mundial, padece depresión crónica o ansiedad, la violencia, y las adicciones, muchas veces relacionadas unas con otras. Como mencionamos, estos problemas, considerados de salud pública, no distinguen clases sociales. Ocurren a todo nivel.
¿Cuántas veces confundimos los cuadros y los síntomas? ¿En cuántas ocasiones no distinguimos un estado pasajero de melancolía con una depresión crónica? ¿A causa de qué consumimos pastillas, creyendo que solucionan nuestros problemas, o qué estos van a desaparecer? ¿Por qué transferimos responsabilidades por acciones que son nuestro deber, y por qué buscamos sustitutos para nuestros afectos? ¿A causa de qué además, cuando nos sentimos mal terminamos estando mal físicamente, con diversas afecciones como gripe, problemas de presión, o dolores de cabeza?
Todas estas respuestas se generan en la mente, al igual como no caer en las adicciones, que llevan muchas veces a la violencia y a la delincuencia, y que comienza por tener una actitud mental positiva, buena autoestima, personalidad, hacer buen uso del ocio- que no tiene nada de malo-, y ser consciente de sus riesgos, sobre todo de aquellas que involucran factores biológicos.
Estos temas deberían ser preocupación del Estado, pero sólo se ha optado por tratar la enfermedad, y no promover la prevención ni la acción conjunta, mientras que gran parte de la población tiene una vida casi frenética o neurótica, donde la catarsis, la conversación, y la sana diversión son casi inexistentes. Y además no detecta sus propias aflicciones, porque muchas veces se atribuyen “al estrés”, o a “cosas que pasan”.
Ahora que nos acercamos a las elecciones sería importante también que sepamos distinguir entre aquello que tiene algo de lógica y aquello que no.
Mientras tanto, en la medida de nuestras posibilidades, tratemos de llevar una vida más distendida, donde la famila y los buenos amigos en toda su expresión –como nos señala el doctor Gustavo Vásquez-Caicedo, nuestro entrevistado-, sean freno a estos males.