La combi presidencial
En la reciente entrevista que concedió al diario “La República”, el presidente Humala habló de muchos aspectos: Inclusión, algo de reformas, y poco de inversión.
Sin embargo, en una parte que en una parte de la conversación, que no se resalta en las distintas ediciones, el mandatario se definió - suponemos que deseando emplear un lenguaje popular y entendible - como el conductor de una combi que lleva 30 millones de pasajeros.
Más allá del ejemplo desafortunado, el presidente obvia algunos detalles, como cuando afirma que el vehículo tenía algunas fallas. Ciertamente, la combi ya no era moderna y reemplazó a esa auténtica cafetera que era el estado peruano, pero había cumplido aceptablemente su función desde la caída del fujimorismo, y necesitaba, ya no solo planchado y pintura, sino, probablemente, una bajada de motor.
Esta bajada de motor, evidentemente, implicaba realizar las reformas institucionales y del sector público. Reformas, que, como se sabe, no se han hecho, y sin las cuales, a la trajinada combi no se le puede pedir más.
En vez de tomar estas medidas, al vehículo se le ha cambiado la batería, llanta o medido el aceite, acciones correctas pero insuficientes, realizadas por algunos mecánicos que no logran poner la máquina a punto. La ley SERVIR, el aumento de los programas sociales asistencialistas y su cada vez mayor presupuesto, la mediatizada carrera pública magisterial u otro tipo de medidas no aumentarán el rendimiento del vehículo.
Sin embargo, si el auto se estrella o tiene un accidente, es - casi siempre, según el mandatario - a causa de la pista, un animal que se cruza, un peatón o chofer ebrio o imprudente, o hasta de un árbol. La responsabilidad de él y su gobierno es escasa o nula.
Pedirle al presidente que rectifique conductas, y realice autocríticas que vayan más allá de argumentar una “mala comunicación” de su gestión, y señalar a la implacable y virulenta oposición, como si estos factores fueran las razones de la salida de César Villanueva, la injerencia y usurpación de funciones de su esposa, los interminables problemas de Qali Warma - su costoso y, hasta ahora no tan eficiente programa social - su caída en las encuestas, o cualquier otra crisis que desencadena el propio régimen es, simple y llanamente, utópico.
Culpar de los accidentes a los choferes o peatones ebrios, imprudentes, a los animales que se cruzan en el camino o a los árboles, percances o sobresaltos que pueden afectar a la combi, soslayando la responsabilidad del conductor - el presidente - no es correcto, si es que realmente se desea que la combi que conduce llegue bien, con sus pasajeros a buen recaudo, y a su destino el 2016. Lo que se debe hacer es poner el motor a punto y dar un golpe de timón. Y no como ahora, con el vehículo dando vueltas en círculo, con 30 millones de pasajeros despistados, asustados por la inseguridad, y afectados por la impericia de quien lo conduce, pero que pareciera no estar al volante.