< Detras de la cortina

La conexión suiza de Espinar y lo desconocido de la confederación

Suiza no solo es banca, chocolates, relojes, maquinaria, montañas y quesos. También es minería y cooperación para el desarrollo. Y en el Perú, eso lo saben los pobladores de Espinar en Cusco, donde opera la minera de capitales suizos Xstrata Cooper (operación Tintaya Antapaccay), así como los numerosos beneficiarios de los programas y proyectos de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE).

De modo que, encontrar un nota periodística sobre suizos en Perú, no debería sorprendernos (menos si se animan a merendar en la Tiendecita Blanca), pero sí sorprende leer un artículo sobre un peruano en Suiza, mucho más si es un alcalde.

Pero antes de encontrarnos con el alcalde Óscar Mollohuanca, hace falta traspasar algunos de los pasos de montaña que han protegido bastante bien la neutralidad suiza. Aunque Suiza ha sido neutral durante las dos guerras mundiales del siglo XX, su formación como confederación tuvo un inicio turbulento y sangriento, de lo que nos enteramos estando en Zürich. Durante décadas hubo guerras entre ciudades estado que serían la base de los cantones actuales.

Es más, contrariamente a lo que la mayoría de turistas piensan, el cantón Ticino de mayoría italiana quedó bajo soberanía de la confederación luego de una larga y cruenta guerra contra los milaneses.

Felizmente hoy perduran en Suiza sus paisajes de postal, como sus lagos de montaña y las granjas de vacas lecheras que parecieran retar las leyes de la gravedad, allá en las laderas verdes que se extienden hasta acercarse a los picos nevados.

A este lado conocido se contrapone (como en todo país) un lado poco conocido, y a veces oscuro, y tiene que ver con sucesos amargos y dramáticos, como la retención de unos US$ 7,000 millones que permanecieron en cuentas inactivas de judíos víctimas del holocausto (según estimaciones de organizaciones judías), cuyos herederos ahora reciben una indemnización administrada por el gobierno federal. Otros temas no menos turbios están relacionados con el lavado de dinero, de nada menos que autócratas africanos, de acuerdo a la Autoridad Federal Supervisora de los Mercados Financieros de Suiza (FINMA).

Pero igual de poco conocida es la nobleza de este país que ha acogido a numerosos refugiados de la ex Yugoslavia y de África, aunque podemos encontrar también inmigrantes turcos y de otros países del Asia. Tan gravitante es hoy en día la inmigración africana en Suiza que anualmente se celebra durante Pentecostés un festival africano en el cantón Zürich, con música, danzas, comida y otras actividades culturales que se desarrollan en algunas plazas. Incluso, en este mismo cantón puede encontrarse hasta pubs australianos.

Eso sí, conviene leer cuidadosamente la carta de comida y bebidas, pues ya es conocido que los costos son elevados. Una cerveza de medio litro puede costar entre $ 8 y $ 10, dependiendo del lugar.

Y su democracia local también nos sorprende, pues durante los días que estuvimos visitando el país, los habitantes del cantón Zürich se preparaban para votar si continuaba la misma hora de cierre de los super mercados y bodegas o si finalmente se dejaba que cada negocio de comestibles fijara su hora de cierre. Y es que hasta la fecha, la población del cantón Zürich sigue protegiendo sus bodegas frente a los super mercados que, si cerraran más tarde o fijaran libremente su horario de atención, podrían desplazar a los negocios pequeños.

Igualmente nos sorprende que no solo en Perú, donde últimamente nos esforzamos en vincular al pequeño productor con los restaurantes, sino también en Suiza hay una preocupación por apoyarlos. La empresa de super mercados Migros difunde un boletín, casi un periódico, donde regularmente publica notas sobre los pequeños productores que suministran a Migros muchas de sus cosechas.

Días después nos animamos a visitar otros cantones, entre ellos el de mayoría italiana, llamado Ticino. Luego de tres horas en tren que nos permitió contemplar vistas impresionantes del paisaje de montaña, llegamos a Bellinzona, pueblo rodeado de montañas imponentes, en pleno cantón suizo de Ticino. Luego de recorrer sus calles antiguas, algunas cobijando alguna quinta que nos recuerda la Breña de Lima, nos detuvimos brevemente en una feria de libros y luego paseamos por uno de los tres castillos y fortalezas que recuerdan el pasado violento de esta región.

Ya de regreso, tuvimos la suerte de leer uno de los periódicos de la región: La Regione Ticino, donde informaban con preocupación la detención del Alcalde de Espinar, debido a protestas recientes. Y es que Óscar Mollohuanca y Sergio Huamaní (Presidente del Frente Único por la Defensa de los Derechos de Espinar) habían visitado Bellinzona en mayo. La relación municipal ha ido más allá del protocolo típico, pues el Alcalde de Bellinzona fue el primero en firmar una petición auspiciada por Amnistía Internacional, dirigida a varias oficinas del gobierno suizo y a la Embajada de Suiza en Lima para interesarlos en el suceso.

No sabemos qué efecto tuvo dicha petición o qué otro apoyo recibió Espinar de Bellinzona, pero ahora sabe el Alcalde Mollohuanca que de Bellinzona puede recibir más que chocolates, quesos y relojes.