Fijar un camino
Entramos al segundo mes de gobierno, y el presidente sigue sin fijar un camino. Por un lado, habla de estabilidad macroeconómica, pero se sigue sin decidir quien estará a la cabeza del Banco Central de Reserva (BCR), y quienes conformarán su directorio.
Todo esto, mientras el precio del dólar sube, y con ellos muchos alimentos e insumos. El régimen habla de estabilidad, pero insiste en una difusa iniciativa de cambio de Constitución. Condena al terrorismo, pero recibe a líderes radicales, y algo aún peor, contiene en su seno a personajes con pasado extremista.
Castillo ha asegurado y reasegurado que se va aplicar el “Plan Bicentenario sin corrupción” (una suerte de hoja de ruta), pero ya quedó claro que no tiene el equipo para ejecutarlo, más allá de honrosas excepciones, que apenas logran ser rescatables. Hablamos de Pedro Francke, Aníbal Torres, Hernando Cevallos, y el entusiasmo de Roberto Sánchez en el Mincetur.
Los demás no tienen experiencia política ni administrativa para gestionar el país en un escenario tan complicado. Nadie pide que solucionen los problemas en 30 días, pero la sociedad tiene el derecho y el deber de exigirles a los funcionarios integridad y eficiencia, los cuales deben empezar su gestión por dar mensajes claros con planes viables.
Esa debería ser la agenda, pero por la irresponsable decisión de Castillo de nombrarlos invertimos todas nuestras energías en la discusión acerca de la conformación y permanencia de un gabinete desastroso. Sin duda, el peor de los últimos 40 años, sea de derecha o de izquierda.
El gobernante tiene que marcar un camino de cambios, sin duda, pero esos cambios, como el afirmó en una ocasión, se deben realizar “sin perder lo ha avanzado”, y eso implica respetar las matrices del modelo económico y el marco democrático.
El mandatario debería olvidarse de sus vagos discursos de plaza, rodearse de mejores consejeros, y empezar a ejecutar su plan, lo que también pasa por definir de una buena vez como y que desea cambiar de la constitución. Es muy difícil generar inversión nacional o extranjera, grande o pequeña, con mensajes de ese tipo.
Si no acomete estas medidas, probablemente no solo su popularidad, sino su gobierno erosionará, la calle, o como le gusta afirmar a Castillo, el pueblo, o buena parte de el, podría exigir su salida. No será por culpa “de la ultraderecha” ni “del fascismo, ni “de las políticas neoliberalistas” ¿?, (como afirman personajes ligados al actual desgobierno), sino por la inacción o la pésima acción de un régimen de izquierda, que hasta ahora por lo menos, no nos lleva a ningún lado. A ningún lado bueno, ni a nada bueno.
Dependemos, entonces -hoy más que nunca- de la vigilancia ciudadana, que comienza por el congreso, lo que queda de una prensa independiente, y de la escasísima institucionalidad que nos dejó el último lustro.