El gas y un desarrollo que se desvanece
Alguna vez, un profesor de colegio nos dijo que la historia no es más que una serie de constantes. Tiempo después comprobamos que algo de razón tenía.
En nuestro país se producen siempre constantes, cosas y circunstancias que se repiten. Y eso es exactamente lo que ocurre en el Cusco y con este paro indefinido en el sur.
La primera constante sería sobre el uso del gas. Durante años se nos ha hablado de los beneficios del uso del gas natural y del gas licuado de petróleo. Tecnología limpia, económica, casi silvestre, que puede ser usada en las casas, en los autos y en las turbinas.
A fines de los años 80, la principal interesada en explotar Camisea era la Shell, pero se retiró, debido a Sendero, a la radicalidad y a la oposición del primer gobierno aprista.
Hoy, el gas de Camisea es una realidad. La firma del contrato se celebró como la culminación de una continuidad de políticas de estado, algo totalmente inusual en el país. Cuatro gobiernos avalaron el proyecto.
Sin embargo, especialistas como el Economista y ex ministro Pedro Pablo Kuczynski sugieren que exportar el gas es una alternativa económicamente razonable.
La Sociedad Nacional de Industrias, una institución a la cual difícilmente se puede acusar de radical, envía una carta al Primer Ministro, con el rótulo de urgente, alertándolo sobre un serio e inminente problema de desabastecimiento.
La segunda constante sería que ante esta situación, el gobierno y sus funcionarios sólo atinan a negar la situación, una situación avalada por cifras, y no precisamente de los manifestantes.
Entre tanto, los consumidores de este gas pagan más de lo que deben, los usuarios financiamos un proyecto privado con nuestros recibos de energía eléctrica y los industriales ven frenados sus proyectos, en un contexto en el que país necesita desesperadamente aumentar su capacidad productiva.
Todo esto para satisfacer el deseo de algunos de ir contra la lógica de este recurso, a decir del ingeniero Aurelio Ochoa, consultor energético. Esto es, consolidar un mercado interno, y luego iniciar un proceso de exportación, si es que hubiera las reservas necesarias, desde luego.
El estado sin embargo, ha optado por otro camino, ha seguido un criterio técnico para muchos polémico, pero además ha exacerbado los ánimos de los cusqueños quienes tienen que pagar, en algunos casos, hasta 42 soles por un balón de gas, aunque las empresas dicen considerar de los costos de transporte.
Años atrás, el ahora ministro Rafael Rey criticó al gobierno de Alejandro Toledo por ser indolente ante los conflictos sociales. Hoy, sin embargo, pese a que el plan ultra se divulgó por la prensa, nada se ha hecho para evitar ni atenuar un conflicto, ni desde el punto de vista de la comunicación, ni mucho menos desde la seguridad o la inteligencia. Ahora los desmanes ya le cuestan al país varios miles de dólares.
La última constante sería que periódicamente el Perú apuesta por este tipo de recursos para salir del subdesarrollo: guano, salitre, petróleo. ¿Por qué no apostamos por una política energética más equilibrada que considere otras fuentes alternativas? De esta manera no dependeríamos únicamente de un recurso que se agotará en pocas décadas.
Mientras tanto, el país observa con desesperación cómo los beneficios del gas, simplemente, se desvanecen.