Detras de la cortina

Empapelados

Cuando el presidente Toledo, y el presidente Humala, y aún el actual hablaron de remodelar el Palacio, nunca imaginaron la reacción del público y de la prensa que destapó costos, excesos y frivolidades.

Han pasado 15 años, y los mandatarios - incluyendo a García, y en el futuro también, quién sabe, a  Kuczynski bien podrían considerar otra forma de remodelación y rediseño de interiores: empapelar las paredes, pero no con elegantes diseños, sino con demandas, contrademandas, apelaciones, y ese limitado y extenuante vocabulario que tenemos que escuchar a diario todos los peruanos.

En efecto, gran parte de las paredes de palacio podrían empapelarse con acciones judiciales, en las cuales se podría incluir a las Sras. Keiko Fujimori y Verónika Mendoza, si hubieran salido elegidas, por supuesto.

El solo hecho de tener candidatos y presidentes empapelados nos indica claramente que estamos ante una crisis casi terminal del sistema político. Ya no discutimos sobre quién tiene las mejores ideas, sino quién tiene más juicios o – como nos dijo Raúl Chanamé - quién es más corrupto.

La política peruana es como una madera repleta de termitas, consumida por éstas, pero los carpinteros o cuidadores se empeñan con matarlas, mientras que, ya sea por su capacidad de reproducción o porque se esconden en zonas inaccesibles, estos predadores hacen inviable su recuperación.

Lo que se debería hacer es pues, botar y cambiar la madera, conseguir otra, y tratarla contra las termitas, pero no, el ejecutivo y el legislativo se enfrascan sobre la pertinencia y calidad de las mal llamadas reformas políticas, cuando en realidad son electorales, y según dicen, incompletas. En otras palabras, matar a las termitas que ya inutilizaron la madera.

En medio de este “empapelamiento” de Palacio de Gobierno, y de otros locales partidarios, desde el ejecutivo se plantean salidas legales para el expresidente Fujimori, hasta que la Ministra de Justicia, Marisol Pérez-Tello señala que no corresponde. En otras palabras, la ministra enmendándole la plana al presidente.

Pero en este juego sin reglas que es la política peruana, sin embargo, el fujimorismo aprueba una ley de reconstrucción del gobierno, y por otro lado, logra imponer otra disposición por la cual los empleados del sector salud contratados por el CAS ( una de las tantas modalidades de contratación) pasen a planilla, olvidando los centenares o miles –la cantidad exacta de servidores públicos que tiene el estado peruano es un verdadero misterio- que están en otros sectores, generando mayores gastos, y obviando olímpicamente, la ley SERVIR, y sus limitados avances de la aplicación de la meritocracia en la administración pública.

Por otro lado, el ministro Jorge Nieto luce aplomo y conocimientos políticos, y brinda muy buenas entrevistas, pero el problema parece ser que más que alas, enfrenta grupos en el interior del régimen que no aceptan ninguna concesión a Fuerza Popular. Y mientras tiende puentes, le lanzan petardos, que lo dejan mal parado, como alguien que cede poder a personas ambiciosas, abusivas, e incompetentes, y la tesis del congresista Juan Sheput sobre la presencia montesinista resultaría ridícula, pues significaría que el estado no ha podido terminar con ella en 17 años. Pero claro, tampoco ha podido acabar con el senderismo en 36 años.

Palacio de Gobierno bien podría estar empapelado, judicializado, y nuestra política es como una madera enferma y afectada por esa termita de la decadencia ideológica y la corrupción. Los ciudadanos estamos hartos de esta situación, pero claro, el circo continúa. Y lo peor de todo es que parece tener para rato.