¿Fascinación por el caos?
Si hace un año el candidato Humala introducía al país a una dimensión desconocida con su primer plan "La gran transformación", pasados los meses lo único que ha hecho es un manejo de crisis, donde la economía ha funcionado en piloto automático (por ahora, al menos), porque tarde o temprano la crisis externa y la convulsión interna pueden pasarnos la factura.
Pero la gerencia política ha brillado por su ausencia. No hay liderazgo, comunicación, y lo que es más grave, decisión política. El régimen ha reproducido lo que hicieron los gobiernos anteriores: no hacerse problemas y dejar que las cosas pasen. La vieja costumbre del estado peruano de convivir con sus taras.
Si con el abandono de “La gran transformación” y la renuncia del Salomón Lerner Ghitis, salimos en gran parte de la dimensión desconocida en materia económica, aún no salimos la ya conocida y mediocre dimensión política en el manejo de la cosa pública.
Y es ahí justamente donde está fallando el gobierno. En vez de comenzar ¡ya¡ un plan intensivo de obras públicas, promover planes de titulación, o equipar a las fuerzas armadas y policiales (máxime si la seguridad es un tema grave), Humala se empeña en complicarse la vida, en guardar silencio cuando debe hablar, y ha desarrollado una obsesiva fascinación por los flashes, y por los micrófonos. Snob que desaparece cuando se le hacen preguntas incómodas.
Asï, el mandatario se luce con Mick Jagger, se fotografía con Gene Simmons, y se saluda con la gente, pero es incapaz de tomar decisiones o, lo que es peor, hacer que sus directivas se cumplan, especialmente en aspectos de seguridad.
Eso es exactamente lo que viene ocurriendo en el interior del país. Los problemas de orden interno en Espinar, VRAE, o Cajamarca no se solucionan únicamente con la declaratoria de un estado de Emergencia. Es necesario que la fiscalía actúe, que la policía aprese a los delincuentes. Alguien que secuestra un fiscal y quema camionetas no puede ser un manifestante. Es un facineroso, un neo terrorista, y ya es bien sabido que algunos subversivos, solos o agrupados, se encuentran detrás de estas “protestas”.
En este replanteamiento del tema de los conflictos sociales tiene mucho que ver la actuación de la justicia. Recientemente, el Fiscal de la Nación, José Antonio Peláez, declaró que se iba apresar a quienes bloquearan carreteras, y no liberarlos para que vuelvan a las andadas. A menos que tengamos fascinación por el caos.
Tambïén es urgente repotenciar el Sistema de Inteligencia, y que se le de el lugar que le corresponde. Si es preciso, traer especialistas extranjeros de Scotland Yard o del Mossad, como se rumoreó hace algunos años. El país no puede estar a expensas de estos grupos.
Es importante que Palacio consiga operadores audaces y con credibilidad, y si no los tiene, que los ubique, para dialogar con quienes deseen dialogar, que haga alianzas con sectores que busquen inversión responsable, no un sabotaje permanente a la minería, nuestra principal fuente de ingresos.
El orden interno no puede ser fruto de la negociación entre gobernantes y gobernados, donde los primeros siempre capitulen. El estado tiene que aplicar la ley, sin miedo. Ya las encuestas empiezan a revelar un cuestionamiento a la ineficiencia de la política de seguridad interna, donde quienes violan la ley, salen siempre airosos.
Todo esto sería lo mínimo que podría hacer el humalismo para salir de la conocida dimensión de la mediocridad politiquera a una de estabilidad política. Porque de nada sirven 5, 10, o 15 años de crecimiento económico sin ella. Es la lógica evolutiva de toda sociedad moderna.