El enemigo es interno
En un acto oficial, el presidente Pedro Castillo acaba de pronunciarse a favor de la inversión y la empresa privada, lo cual es un mensaje positivo, pero absolutamente insuficiente, si consideramos su inacción en un aspecto tan clave para salir de la crisis, (como en el caso de algunos de) y sobre todo, sus ministros y varios congresistas, léase Guido Bellido y Guillermo Bermejo.
El primero, como se sabe, en vez de fungir como coordinador y facilitador de la gestión de gobierno, y buscar armonía con los sectores del país, pasa su tiempo haciendo declaraciones destempladas, atacando a los periodistas, y tomando actitudes hostiles hacia otros grupos sociales, en el supuesto entendido que esa es su labor. En este momento, se escuchan insistentes versiones de su cambio por la vicepresidente Dina Boluarte, y en medio de graves fisuras al interior del oficialismo, donde la moderada voz de Betsy Chávez parece resultar incómoda a muchos.
Si el régimen y sus patéticos operadores creen que así van a llevar su gobierno y al país a buen puerto, están absolutamente equivocados. Puede ser nuestra ruina. A menos que ese sea su plan, destrozar nuestras instituciones políticas y económicas para imponer su terrorífico ideario.
En estos días se vuelve a comentar rumores sobre una posible salida del impresentable presidente del Consejo de ministros, y se espera una decisión sobre el interpelado ministro Maraví, mientras que el gobierno “evalúa” interponer, según dicen muchos, una inaplicable cuestión de confianza.
Pero la oposición también hace su juego, y existen algunas versiones que mencionan que se presentaría la censura luego de publicada la norma acerca de la cuestión de confianza, debidamente aprobada. Este pulseo inútil se puede evitar si el gobierno coloca en esos puestos personajes con mayor aplomo, y sin vinculaciones, ni mucho menos con pasado extremista.
Se puede especular que todo forma parte de un frágil equilibro dentro del gobierno, pero esta situación se ha vuelto en un verdadero enemigo del propio gobierno. Las crisis las genera el propio Ejecutivo. El presidente y algunos de sus ideologizados allegados deberían saber, si no se les ha informado que, así no se puede gobernar, que es imperativo que el presidente cambie a quienes no responden, lo cual no le impide abandonar sus reinvidicaciones, ni mucjho menos arriar todas sus banderas.
En ese contexto, en esta tarea el primer bastión que debemos defender es el Congreso, y el primero que debe defenderse. El paralamento tiene, en ese sentido, un papel importantísimo frente a cualquier arrebato autoritario.
El gobierno debe generar inversión sana nacional o extranjera, grande o pequeña, y a través de ese empleo, recaudar los tributos que le permitan la tan necesaria obra pública, especialmente en las zonas donde el Estado llega mal o no llega, pese a las ingentes cantidades de dinero.
Pero si Castillo tiene operadores insufribles, también tiene ministros fantasmales. Nos gustaría saber, por ejemplo, qué planes tiene el ministro de Produce, Iván Vásquez, para apoyar a las empresas, especialmente a las pequeñas que la han pasado mal, o que el ministro Víctor Mayta de Agricultura explique a los productores y empresarios con mayor claridad qué beneficios que va a traer esta segunda reforma agraria, que debe enmendar los desvaríos expropiadores velasquistas.
Castillo se reúne con los sindicatos, lo cual nos parece muy bien. Sería muy importante también que converse con los gremios empresariales. Ser de izquierda no debe significar abominar de la inversión privada. Eso lo debería tener muy claro el mandatario.
Sería importante también que programe una gira internacional, cuando antes, invitando a los empresarios a invertir en el Perú, evitando verborrea estatista y exabruptos, y controlando a los elementos que no aporten en este sentido. La ratificación, hace pocos minutos, de Julio Velarde en el BCR puede ser, en medio de esta crisis e incertidumbre política, una buena noticia. Ahora corresponde nombrar al directorio, y también a los miembros del Tribunal Constitucional.
El presidente, si realmente quiere dejar un legado para el país, debe acometer estas acciones, y con ello acabar, o cuando menos neutralizar, la situación, convertida en su enemigo interno. Ese que nos tiene al permanente sobresalto.