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La política de la adrenalina

6 Abril, 2011

Cuando hace algunos años, comentábamos con nuestras amistades lo ocurrido el 2006 y la presencia de Ollanta Humala en la escena política nos decían que estábamos exagerando, que el Perú es otro país, que el consumo se disparaba y nos tildaban de aguafiestas, negativos o palabras por el estilo.

Hoy, cinco años después estamos prácticamente en la misma situación. Un tiempo en el que la propaganda estatal nos ha bombardeado de cifras, convenios y gastronomía por doquier, y mucha parte de la prensa ha estado entretenida con los líos de nuestra pseudo farándula.
Mientras esto ocurría y recibíamos la bendición de las entidades financieras internacionales, la caja del BCR reventaba de reservas, Ancash la región que más dinero recibía por canon minero era la que menos ejecutaba de su presupuesto público, algo sobre lo que también nos habla nuestro columnista Germán Lench en esta edición.
Pero no sólo eso, ninguna reforma se acometió, la tímida reforma educativa se suspendió, la del estado se paralizó, la inseguridad con la subversión y delincuencia aumentó y la convulsión también, espantando la inversión. En fin, la prosperidad y estabilidad se limitaba a muy pocas y unas cuantas zonas, generalmente urbanas.
En el resto del país, especialmente la sierra sur y la selva, y aún en zonas de sierra de Lima, la situación no mejoró. Casi 10 años después de un crecimiento económico de tasas chinas, la pobreza es-si las cifras son correctas- de 30%. Es decir, aproximadamente 9 millones de peruanos se encuentran en esa situación y más de 2 millones no comen.
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¡Seguridad, por favor!

1 Marzo, 2011

Uno de los problemas seculares en los últimos tiempos, que se ha agudizado, es la seguridad ciudadana. Un fenómeno que nos afecta de modo transversal y democrático, es decir, sin distinción de raza, credo o posición social.

La inseguridad en las calles es una de las características de nuestra ciudad, pero también de nuestro país. Todos los días vemos y escuchamos noticias sobre crímenes y delitos, muchos hemos sido alguna vez víctimas de esta ola de delincuencia que convierte a nuestra ciudad y a nuestro país en un lugar poco recomendable para vivir. Esto se puede ver desde los escaperos de ciertas zonas de Lima, los marcas, aquellos que hacen “mudanzas”, por así decir, los estafadores por teléfono, los ladrones de autos, equipos y un sinfín de modalidades que tardaríamos en enumerar.
No podemos desconocer que la criminalidad es problemática en ciudades grandes como Miami o Detroit, en EE.UU., con tasas tres veces más altas que el promedio nacional (Danielle Kurtzleben en US News, Yahoo News el 18/2/2011).
Pero el problema de Lima es que no sólo los delitos han aumentado su incidencia, en vez de disminuir con el supuesto aumento de la prosperidad económica, y según el gobierno, reducción significativa de la pobreza. Contrariamente, en los últimos años la criminalidad ha incrementado su presencia y violencia. Si antes los ladrones se contentaban con sacarle a uno la billetera subrepticiamente, hoy nadie está libre de una paliza, un tajo o una agresión sexual, y delitos como el narcotráfico, la extorsión en el norte, el contrabando, las clonaciones de tarjeta de crédito y también la execrable trata de personas con fines sexuales, esclavizante y mendaz, se ha incrementado escandalosa y peligrosamente. Y también las violaciones y la pedofilia.
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