Perú 2000
Luego del creciente, escandaloso e irresuelto caso López Meneses, donde el gobierno se ha visto afectado por las denuncias, contra Martín Belaúnde, ex asesor de campaña de 2006, el régimen no ha tenido mejor idea que hacer bolas a la opinión pública con el caso de las abortadas elecciones en la Federación Peruana de Fútbol, olvidándose que esta institución no figura en el organigrama estatal, politizando el asunto ex profeso. Ahora resulta que eso es más importante para la justicia y la moral pública que los casos Orellana, Belaúnde, o cualquier otro. ¿Alguien dijo Alexis Humala?
En una declaración desde la clandestinidad, Belaúnde ha amenazado a congresistas del gobierno a que digan "si lo conocen", y ha pretendido victimizarse. Pero todos sabemos que el asunto es muy complejo, y si nos atenemos a investigaciones a poderosos de éste y cualquier gobierno, no llegarán a buen puerto.
Sobre Burga, el problema es de casi todo el deporte nacional, pero claro, sobre esto no se pronuncia ni el mandatario ni sus adláteres. De rebote, ¿Nos importan los resultados o la institucionalidad? ¿Qué pasaría si tuviéramos otra posición más expectante en el concierto del fútbol internacional?
No contentos con esto, el régimen manifiesta -recién ahora- su discrepancia con el alza de salario del BCR, en vez de homologar los sueldos estatales, pero, claro, no tiene ni iniciativas ni liderazgo, razón por la cual habría dimitido la ministra de Salud, Midori de Habich. Y en este sentido, habría que recordar que fue el propio candidato Ollanta Humala, quien pidió que Julio Velarde, docente de la Universidad del Pacífico y ex jefe del equipo económico de Lourdes Flores, presidiera ese banco estatal, en lo que sería probablemente una de las pocas ideas lúcidas del entonces candidato nacionalista.
Lo que se ve a través de esta gigantesca pelotera, es algo más triste y más penoso. Que la corrupción avanza y se consolida, y que sólo sirve para que fariseos hagan carrera con ella. Nuevamente empiezan a circular versiones de comunicación y coordinación entre Montesinos y el cuartel de Locumba. Versiones de acercamientos de la que dieron cuenta, en su momento, Gustavo Gorriti y Javier Diez-Canseco. Algo más: al momento de salir del país, Montesinos no tenía orden de captura.
Nuestro sistema anticorrupción, aquel que colapsó en el Perú 2000, y que sirvió para encumbrar a ciertos personajes de la política y la prensa, ha colapsado nuevamente. Y lo que es peor: todo indica que hay vínculos más que evidentes entre la corrupción de ayer y la de hoy, pero claro, decir esto es “políticamente incorrecto”.
Han fallado clamorosamente la contraloría, las inspectorías, el ministerio público, el congreso, el poder judicial, y parte de la prensa. La escena del “nunca más” se repetirá, porque así somos. Damos vueltas en círculo. La reacción tardía y desmedida de la Contraloría, el Poder Judicial y el congreso no convence a nadie, y por el contrario, politizan temas judiciales, aunque claro, nuestra política está, hace muchos años, judicializada.
Mientras tanto, el gobierno nos sigue peloteando. Un régimen que, pese a su debilidad, tiene los peores reflejos fujimoristas y montesinistas, pero que en algún momento tendrá que responder por sus silencios y sus palabras.
Estamos pues, como Perú 2000, con corruptelas, investigaciones, y renuncias. Una tras otra. Luego de catorce años, la sensación de repugnancia e impotencia nos vuelve a agobiar, y quienes la han generado son aquellos que se vanagloriaban de ser la "reserva moral del país".