En el país de la sospecha (y el escándalo)
Hace algunas semanas, el país asistía a un acalorado debate sobre el narcotráfico, pero que incriminaba a dos presidentes. Un ex presidente y uno en funciones.
Mientras que el presidente García era acusado de utilizar un formulismo legal para zafarse de la acusación y convertir el cuestionado trabajo de la Comisión – nos resistimos a llamarle mega – en papel, o en un documento electrónico, el presidente Ollanta Humala era emplazado por García y sus parlamentarios (los cuatro fantásticos les dicen) para que aclare su supuesta participación en los narco-vuelos, cuando era, según afirman, el “capitán Carlos” en Madre Mía, y sirvió en el Huallaga. Una denuncia, como otras, que quedaron archivadas por el triunfo del candidato nacionalista.
Cuando la ciudadanía estaba asustada y preocupada por esta polémica, el gobierno anuncia, por todo lo alto, la captura de la cúpula del MOVADEF, organismo que agrupa a ex militantes de Sendero Luminoso, que pugnan por “una solución política”, que incluya la liberación de sus miembros y del ex presidente Fujimori y oficiales sentenciados por delitos contra los derechos humanos, y la inscripción de su partido para participar en las próximas justas electorales.
Sin embargo, la coincidencia de esta captura, mediática y de exagerada parafernalia, como si se tratase de líderes como Guzmán o Raúl, hace sospechar que la acción haya sido planificada y ejecutada para olvidar otros temas, como estas acusaciones mutuas, el caso del premier René Cornejo o el de López Meneses, para lo cual sería bueno que el congresista Díaz Dios nos informe más, porque a los ciudadanos nos da la sensación que algo muy grave se oculta y alguien muy poderoso está vinculado, algo que el fujimorismo debería evitar, si es que quiere mejorar su imagen. En suma, aparecen escándalos y polémicas para acabar con otros escándalos y polémicas. Y quedan las sospechas.
Luego de algunas semanas de silencio, nuevamente la señora Humala es noticia al conceder una entrevista por el día de la madre, que más bien parece una sesión de terapia donde da rienda suelta a sus antipatías o a sus odios, demostrando poca inteligencia emocional - para alguien que se precia de ser una candidata en potencia - y que ya cuenta, pese a ello, con varios gonfaloneros. Algunos más célebres que otros.
Tal parece pues, que la señora Humala está drogada por el poder, y la abstinencia la hace recaer en un consumo mayor de poder y soberbia, quizás por su impetuosidad y juventud, que como dice el adagio, “es un vicio que se cura con el tiempo”.
Cuando nuevamente se pone en debate, más que su pensamiento, la confesión de parte de la señora Humala, se genera un conflicto entre el Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal Constitucional, donde se acusan uno de excederse en sus funciones, y el otro de no cumplir con las suyas, todo esto en medio de la designación de un primo lejano de la primera dama como fiscal de la nación, y por ello también pasible de sospecha.
Si aplicamos lo dicho por las abuelas, a riesgo de ser malpensados, podríamos decir “piensa mal y acertarás”, y se podría suponer que este episodio ha sido generado para desplazar como tema de agenda, el papel, por lo menos desbordante, de la señora Humala. Suponer que estos tres órganos actúen para cubrir los escándalos originados por el gobierno, puede ser descabellado. Pero no nos culpen por sospechar.
Nuestra agenda política está, marcada, pues, por una seguidilla de escándalos de los cuales no queda nada, solo la sospecha. Los peruanos probablemente somos muy mal pensados, pero, repetimos, no nos responsabilicen por ello.