Gastronomía: mucho por mejorar
La pandemia y el gobierno vizcarrista han resultado nefastas no solo para la salud de la población, sino también sobre la economía. Tres meses y medio de encierro radical para un país y una sociedad informal como la peruana ha resultado brutal.
En ese sentido, algunos dicen que miles de restaurantes han quebrado durante esta etapa, a la que se suma las consecuencias de una guerra lejana, pero con consecuencias cercanas para el peruano que no entiende, y atribuye erróneamente al gobierno, las alzas del pan, y aceite, como si el Perú fuera el principal productor de soya y trigo.
Por otro lado, lo que parece ser, definitivamente, el fin de la crisis sanitaria, ha traído consigo, como era de esperarse, que la gente salga a la calle, y si tiene dinero, consuma, se divierta, y tal se extralimite.
En ese contexto, bares, restaurantes y algunas discotecas se han reabierto, algunas con más suerte que otras. En el caso de restaurantes, ya sabemos que varios se encuentran en una severa crisis, algunos, muy buenos, han tenido que cerrar.
Los que han podido sobrevivir, y han reabierto, sin embargo, parece que no han entendido la lección y siguen cobrando, muchas veces, precios demasiado elevados por productos que no valen, y lo que es peor, con una atención no muy esmerada.
Uno de los primeros casos es el de una sanguchería de un conocido chef peruano, donde una hamburguesa hipergrasosa, y sin siquiera sal y pimienta, cuesta 22 soles antes de esta subida de precios, cuando en otra cadena puede costar mucho menos, y ser mejor.
Otro ejemplo podría ser cuando en una cafetería de Lima que tiene varias sucursales, y diferentes estilos y tratos. Si uno va al de Surco o San Borja, y pide un lomo saltado, le sirven uno que cuesta S/. 45, sencillamente exquisito, y bien pagado.
Sin embargo, si uno va al local de la misma cafetería en un local ubicado en un conocido local del Centro Comercial del Cono Sur, le traen un bistec no muy jugoso, como si fuera rallado, delgado, que no creemos que sea lomo, precisamente. ¿45 soles? ¿En San Borja y Surco lo sirven bien, y ahí no? ¿El consumidor no tiene el derecho de recibir un plato igual, en cualquiera de los locales?
En otra, pedimos unos tallarines verdes, plato tradicional, y que cualquiera ha tenido ocasión de degustar, preparado por la madre, o la abuela. Al igual que en el caso anterior, nos trajeron un bistec delgado, medio rallado, medianamente sabroso, pero delgado, y con un adorno. Cuando comenzamos a comer, grande fue nuestra sorpresa y lo sentimos picante. ¿Tallarín verde picante? ¿Es un plato criollo, o mediterráneo? ¿A quien se le ocurrió poner algo picante “como adorno”?
Cuando hablamos con el mozo, nos indicó que era un adorno, y que estábamos en un restaurante de una zona residencial. Muy bien, a los comensales y residentes les sirven ese plato, aparentemente, con páprika. Así como lo leen, pero claro, en una cafetería muy tradicional, nos sirvieron una butifarra criolla con mostaza, y mayonesa, que resulta, más o menos, como comer un croissant con ají.
En un novísimo local, hace meses, pedimos el mismo plato, y nos trajeron un a carne no muy blanda, mal apanada, y unos tallarines nada espectaculares, que costaron, si mal no recordamos, cerca de 40 soles. Y no creemos que haya sido ni cuadril, ni mucho menos lomo.
Hace muchísimos años nos sirvieron, en un local de la Molina, otro lomo saltado, con una gran rama de yerbabuena. Así como lo oyen. ¿Innovación o huachafería?
Pero ése no es único problema. Otra tendencia-casi manía-es servir los pedidos fríos, y eso nos pasó en una conocida pollería. Hemos perdido la cuenta de cuántas veces sirven la comida fría. Desde un arroz chaufa, hasta un guiso, como lo que nos ocurrió hace muchos años en un local de Lince.
Podríamos narrar muchos más ejemplos, pero creemos que estos pueden servir para que exijamos, como consumidores, precios más razonables, y mejores productos (si entendemos los platos de comida como productos gastronómicos). Hay mucho por recuperar, sincerando los precios, mejorando los platos, y también la atención, si queremos ser un auténtico referente gastronómico.