< Detras de la cortina

¡Gracias Chorri!

Roberto Palacios, más conocido dentro del argot futbolero como el chorrillano o simplemente el “Chorri”, nació allá por 1972 y debutó en 1991 defendiendo los colores del Sporting Cristal, único club peruano en que militó (diez años contando sus dos retornos), cuya hinchada rápidamente lo proclamó ídolo y que a la sazón estaba conformado por grandes figuras del balompié nacional como Julio César Uribe, Franco Navarro, Leo Rojas, Eugenio La Rosa y era dirigido por otro grande: Juan Carlos Oblitas.

El “Chorri”, camiseta número “10” por antonomasia, solía jugar de enganche o media punta y se distinguía por anotar muchos goles, la mayoría desde fuera del área, con gran potencia y precisión. Aunque su biotipo no le favorecía, razón por la que no solía llegar bien al juego aéreo ni al cuerpo a cuerpo, demostraba envidiable despliegue físico, un dominio de balón exquisito y gran técnica.

Su destacada participación durante el tricampeonato cervecero (94-95-96), le valió un contrato del Puebla de México, lo que impidió que formase parte del Sporting Cristal de 1997, que llegó a la final de la Copa Libertadores de la mano de Sergio Markarián y cayó frente al Cruzeiro (donde más tarde continuaría su carrera), dirigido por Paulo Autuori. Tras su fugaz paso por Brasil, retornó a México, esta vez a los Tecos y luego de cuatro años se integró nuevamente al equipo de sus amores, para volver a jugar con otro histórico de la tienda rimence: Julinho.

Posteriormente, regresó a México y pasó por las filas de tres equipos en dos años: otra vez los Tecos, el Atlas y finalmente Monarcas Morelia. Dada su falta de continuidad en Morelia, emigró al fútbol colombiano durante la segunda mitad del 2004. Allí jugó por el Deportivo Cali y fue considerado como mejor futbolista extranjero del año, tras anotar cuatro goles en dieciséis partidos.

Los años 2005 y 2006 se vistió con la chompa de la Liga de Quito, comandada entonces por Juan Carlos Oblitas. Esos fueron buenos tiempos para el Chorri: salió campeón de la liga el primero y avanzó hasta cuartos de final en la Libertadores el segundo. El 2007 regresó al Rímac después de haber anotado veintitrés goles entre los torneos locales y obtenido dos portentosas Copas Libertadores. Desde aquel entonces no se volvió a mudar de club, hasta 2011 cuando jugó su último partido oficial de balompié.

Con la blanquirroja, Palacios disputó 127 encuentros y fue convocado para cinco procesos eliminatorios. Su primer gol por el seleccionado lo marcó de visita contra Argentina en partido de clasificatorias rumbo a Estados Unidos 1994 y el último frente a Bolivia durante la Copa América Perú 2004. Aquella noche, el Chorri ingresó al campo a mediados del segundo tiempo y su golazo de zurda previo control y desde la media luna, en los descuentos, sirvió para arrancarle un empate a la oncena boliviana que sorpresivamente empezó ganando por dos tantos a cero.

De hecho, su mejor momento futbolístico transcurrió entre 1996 y 1998, años en los que luchamos palmo a palmo por llegar al mundial de Francia, del que nos quedamos fuera dada la diferencia de goles, horrible circunstancia recordada hoy con infinita melancolía. A la sazón, nuestro interminable “10” marcó nueve tantos en menos de dieciséis partidos (Brasil se reservó el boleto tras conquistar la Copa del Mundo de 1994).

Al inicio del siglo XXI y pese a los buenos goles durante la primera parte de la era Maturana  "(anotados a Eslovaquia, Honduras, Colombia y Paraguay - ese con el que le pintó la cara a José Luis Chilavert  y con el que inmortalizó su célebre insignia "te amo Perú"-), el juego de Palacios empezó a decaer. Ya Autuori lo tuvo más por capricho que por otra cosa, en los enfrentamientos con miras a Alemania 2006, pues lejos de marcar un solo gol (salvo el antemencionado en Copa América) ocasionaba poco peligro y exhibía un fútbol más bien flojo. Sin embargo, cuando le tocaba entrar del banco de suplentes, desde las gradas del Nacional se escuchaba el “olé, olé, olé, olé, Chorri, Chorri”.

En 2009 y a falta de jugadores, esta vez justificadamente, Del Solar volvió a llamar al chorrillano, por lo que de nuevo se colocó la “10” y disputó los últimos encuentros del proceso junto a Ñol Solano (quien ese mismo año militó en Universitario). Recordemos los triunfos ante Uruguay y Bolivia y el partido que nos robó René Ortubé contra los argentinos en Buenos Aires.

Ya en 2012 a través de un gesto simbólico, Markarián “convocó” a Palacios de cara a un amistoso con Nigeria. Así pudo disputar nueve minutos y despedirse de la afición nacional con la casaca de la selección. Lo triste del asunto fueron los tibios aplausos, pues consideramos que, al menos después de lo hecho durante la década del noventa (todos sus goles excepto uno los marcó hasta el año 2000), nuestro Chorri merecía una ovación cerrada y bulliciosa. 

*Carlos Miranda estudia Psicología en la Universidad de Lima, y es editor del blogwww.divergencia-carlitox.blogspot.com