< Detras de la cortina

Omán, el solaz de Medio Oriente

Bella imagen del Mar del Sultanato.

Para el ciudadano de a pie la experiencia de conocer los países árabes se inicia sentado en los asientos (clase turista) de la aerolínea de Emiratos. Las azafatas y tripulación cosmopolita y multilingüe, de origen francés o países nórdicos tienen una amabilidad y desenvolvimiento destinada a tener satisfecho y cómodo al pasajero y turista. Finalmente, es un vuelo de 14 horas y la compañía sabe y tiene todo estudiado para que no sean eternas.

Luego de la placidez y descanso que incluye el adelanto horario y amanecer, uno puede empezar a reconocer la geografía y países que va surcando por el cielo. El avión tiene acondicionada cámaras que facilitan esta visión. Se reconoce parte de Europa como España y el mediterráneo, luego África.

Y allí es donde tomo conciencia y me impresiono con la inmensidad seca y fatigosa: el enorme Sahara, cruzarlo me pareció más cansador que el resto del vuelo. Uno comprende que todo lo que pudo imaginar sobre esta vastedad puede quedarse corta. E incluso uno siente el calor y la sed. Felizmente a bordo hay todo tipo de bebidas para aplacar la sed y ansiedad.

El vuelo incluye una escala en el aeropuerto de Dubái, donde uno logra tener una idea desde el aire de esta ciudad cosmopolita. Atisbar su luz, su ritmo y cualidades que todos hablan. 

Luego del trasbordo y poco más de una hora de vuelo adicional, caída la noche, logramos arribar al Sultanato de Omán. El vuelo largo y pasajeros y el paso por Dubái nos va familiarizando con los turbantes, vestimenta y modos de los habitantes de medio oriente.

Muscat la capital es una ciudad mediana. Tiene una parte histórica, ancestral y la mayor parte moderna que se hace día a día, con la influencia en estilo y formas de occidente. Su urbanismo, tránsito, hotelería y comercio están alineadas con ese estilo de vida y desarrollo.

Pero uno está en medio oriente con una cultura diferente. Desde el desayuno variado nos deja tener contacto más cercano con ello. Los potajes con sus características especerías: canela, comino jengibre, el cárdamo y azafrán nos van haciendo sentir con aromas y sabores de este mundo tan diferente para nosotros los latinos. Un ejemplo adicional es el café arábigo, una bebida que imagino era fundamental para poder atravesar la geografía difícil. La hospitalidad la sentimos desde el inicio hasta el final del viaje.

Vamos comprendiendo a medida que pasan los días también las diferencias de gobierno. Conocer y visitar el palacio del Sultán, edificios públicos y hasta la policía nos hacen ver que su sistema funciona, pero de forma distinta. Y no está mal.

Omán es conocido por ser un país para el relajo, de vacaciones y descanso, y así se muestra. Los días pasan tranquilos visitando edificios y lugares históricos y representativos.

De la parte histórica el paseo por el mercado de especies, bahía, terminal pequero y construcciones de épocas pasadas constituyen una experiencia memorable. La primera de ellas a la Gran Mezquita. Cuando uno la visita, desde incluso de otros lugares, comprende inmediatamente la grandeza de la cultura árabe y de medio oriente. Su arquitectura y geometría tan elocuente y sobria, tan exacta que permite reconocer su historia y grandeza. Cúpulas, arcos pórticos, patios, jardines y todo en una concordancia tan precisa y pulcritud nos hace simplemente admirarla.

En la Ópera House, la ciencia, el arte y la belleza se encuentran conjugadas, de forma excelsa, y no exageramos con el adjetivo. El estilo árabe u de oriente moderno no mide en requerimientos, pero tampoco se excede, no satura o recarga. Todo está al límite del buen gusto. Las dos construcciones son modernas, no son construcciones históricas. Y eso pasa con mucho de su arquitectura.

El día a día tampoco es muy distinto al estilo de vida nuestro: es muy difícil conseguir alguna bebida con alcohol o licores. En todo el viaje solo se pudo disfrutar de un par de copas de vino. No se comercia esto. Luego se consume Coca Cola (02 dólares cada una en el supermercado y 07 dólares en restaurante u hotel), productos de consumo masivo como en el resto del mundo, tanto para alimentación y vestir. En tiendas locales se ofrece la vestimenta típica local, de material muy bueno y a precios accesibles.

¿Naturaleza? Por supuesto, pudimos conocer algo de la bahía en un paseo en barco. Las aguas verdes cristalinas permiten gozar y disfrutar del mar a una temperatura ideal. Existe toda una oferta de visitas a lugares y encuentros con la naturaleza que no logré conocer, pero amigos que lo hicieron me confirman la bonita experiencia.

¿Pobreza? Prácticamente no observamos, salvo algún hombre de la calle muy excepcional.

Menciono nuevamente que lo que corona una experiencia tan especial es la gente. Los que uno llega a conocer brevemente manifiestan una amabilidad y espontaneidad que hace que uno no se sienta proveniente de un lugar tan lejano. Un detalle adicional: todas las personas con las que pudimos interactuar y compartir hablan inglés, de nivel aceptable para arriba.

Los pocos días vividos y disfrutados en el Sultanato de Omán y Muscat dejan conocer en algo ese mundo, estilos de vida de la zona, tranquilo, y con gratos recuerdos. Por supuesto, una experiencia completa demanda por lo menos de 7 días dedicados al turismo. Motivo, claro está, para anhelar un retorno, porque es un solaz de Medio Oriente.  

*Radiólogo USMP