El virus político
Desde hace 2 años y más, el COVID 19 está entre nosotros. En el 2020, ese virus real, desconocido, demostró las carencias de la gestión pública en nuestro país, y que no ha mejorado, por decirlo en términos elegantes. En marzo del 2020, muchos aprovecharon su olfato para pagar una deuda, concluir un estudio, o apelando a un olfato pisciano, irse de rumba. Algo en su fuero interno les anunciaba que se venían tiempos difíciles.
Pero fue peor, los gobiernos (aún los democráticos) en el Perú y muchos países del mundo, optaron por implantar cuarentenas abusivas, ridículas y prolongadas que ni combatieron la crisis con un mínmo de efectividad, y además golpearon o destrozaron la economía, generaron hambre, y afectaron la vida mental de muchas personas. Las postas fueron cerradas, afectando, por ejemplo, a los enfermos de cáncer, que no pudieron atenderse. Los músicos de todos los géneros hasta hoy tocan en la calle. La pobreza se ha reactivado, la mendicidad ha tomado fuerza, pero al gobierno de Vizcarra solo le interesaba el control político y generar miedo, coludido de una manera escandalosa y grosera con algunos gremios y grupos. Estuvimos con COVID, no solo sin vacunas, además sin pruebas, y sin oxígeno.
La depresión y el abatimiento se apoderaron de muchos, las reuniones particulares fueron intervenidas, los amos de mascotas también, el ambulante pobre, o el que saque la basura. Esa es la humanidad demostrada por Vizcarra, quien hoy tiene el cuajo de salir en pantalla, luego, además, de haber apoyado, por razones de odio, a un personaje como Castillo.
La experiencia nos dejó más de 200 mil muertos, y nadie es señalado como responsable, ni Vizcarra, ni Sagasti, ni siquiera éticamente. El único mérito de este impresentable gobierno es haber continuado con un programa de vacunación, con vacunas obtenidas no por Sagasti, sino por el excanciller Allan Wagner.
Pero como no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista (aunque nos queda la sensación que existen personas o sociedades que les gusta vivir así, o lo asumen como “normal”), la etapa más dramática de la pandemia ya pasó, deberíamos vivir un tiempo no solo de reactivación económica, sino política y social, en el mejor sentido de la palabra.
Y lo menos que haría cualquier gobierno es impulsar la economía, especialmente la labor del estado, las pequeñas empresas, el turismo, y todo aquello que le pueda traer prosperidad y -por qué no decirlo- alegría a la gente.
Pero no, tenemos no solo un ejecutivo, sino también un congreso que no ha impulsado ni una sola reforma ni en salud, ni en educación, ni mucho menos política, porque no puede, o no quiere, o quizás porque, sospechamos, vive de este caos. La incapacidad del gobierno para darle un mínimo de eficiencia y eficacia a su gestión, y la del parlamento con su indolencia para discutir y emprender las grandes reformas que se requieren, empezando por las del sistema político, nos permiten casi asegurar que el virus político, inútil y corrompido permanecerá entre nosotros aún.
Contra el CV hay vacuna y pronto existirán tratamientos, para los malos regímenes desarrollados por este virus político no hay vacuna, solo prevención, que viene a ser un sistema político que garantice un mínimo de eficacia y decencia en su funcionamiento para los sufridos ciudadanos. De los virus nos defendemos nosotros. ¿Cómo nos defendemos de estos gobiernos patéticos? Dejamos la pregunta al aire.