< Detras de la cortina

¿Sin rumbo?

El Perú necesita abocarse también a otros temas como la redistribución de la riqueza, y la aplicación de políticas para disminuir la desigualdad.

El gobierno ganó las elecciones gracias a una serie de promesas rimbombantes como construir un país moderno, realizar una revolución social, promover un incremento de la productividad y también una fuerte recuperación de todos los sectores.

Sin embargo, es necesario resaltar que esto no se viene cumpliendo, debido a que seguimos de cajeros. Según el ministro de Economía, el déficit fiscal 2021 está proyectado en -5.4% del PBI y para el proyecto de presupuesto 2022, no hay una reestructuración del presupuesto con las reasignaciones, los recortes radicales y necesarios que se deben efectuar, tampoco se utiliza al planeamiento como herramienta de gestión gubernamental. Todo lo contrario, se viene acusando a los gobiernos regionales y locales de no saben gobernar y de no saber ejecutar el presupuesto anual que se les asigna. Al Centro Nacional de Planeamiento Estratégico (CEPLAN) se le tiene de adorno y no se le utiliza en las decisiones macro del país.

Lo que el nuevo gobierno debe considerar es que estamos en un proceso de descentralización donde no se puede retroceder, y por el contrario es el quien debe dar las pautas generales y acciones estratégicas de lo que se tiene que hacer en el mediano y largo plazo.

La demanda (consumo + inversión), no se reactiva realmente. El consumo interno no crece, los sueldos siguen bajos. En algunos casos se paga menos del sueldo mínimo establecido y no se incrementa, salvo el de algunos burócratas del sector público, mientras que la informalidad del empleo y el desempleo han crecido, y la calidad de vida de la población ha desmejorado ostensiblemente.

La tantas veces prometida reforma del Estado no se lleva a cabo. Esto es crucial, porque se debe reformular su papel, y darle una responsabilidad central en la creación de mercados al interior de las regiones. Para lograr este fin, es necesario invertir en infraestructura- cuya brecha crece cada día más- y entender la economía desde el vínculo entre geografía y demografía.

La pandemia pobreza ha generado mayor pobreza y ha incrementado la pobreza extrema, los conflictos sociales, y un acceso aún más difícil acceso a servicios básicos. La población no tiene contacto con el Estado (y si lo tiene, lo ven como un enemigo). La Policía Nacional, el Ministerio Público, el Poder Judicial y los servicios de Salud Pública, viven alejados de la realidad.

¿Dónde radica el problema? lo primordial es cambiar la visión política del Estado para que se preocupe por el ciudadano, proteja sus libertades y derechos, y que se olvide de ciertos temas, como contratos de obras u oficinas particulares, cuando existen problema de larga data e insolubles, como, por ejemplo, el caso del Poder Judicial.

El Estado debe contribuir a la expansión y creación de mercados con inversión privada, por ejemplo, en infraestructura. Pero el financiamiento para la creación de mercados no se puede generar sin inversión. Uno de los graves defectos del modelo económico actual es que no genera oportunidades de empleo suficientes y adecuados, sino de baja calificación, productividad e ingresos.

Los mercados requieren regulación porque, sin ella, se generan asimetrías de poder, así como situaciones de dominación y discriminación. La regulación laboral es fundamental, no es sostenible fomentar el trabajo y, a la vez, tener sistemas como los services, que no garantizan derechos básicos de los trabajadores. Está bien que se promueva el crecimiento, pero se necesita regulación para que los ciudadanos se beneficien.

La relación entre Estado y empresa debe reformularse. El país ha crecido principalmente por el incremento del precio de los minerales en el mercado externo, sin embargo, la visión de protección del ciudadano en este crecimiento desordenado sigue ausente. Si un país solo se concentra el crecimiento del PBI, se descuidan otros temas como la redistribución de la riqueza, o la aplicación de políticas coherentes a mediano y largo plazo para disminuir la desigualdad.

En conclusión, no tenemos una planificación estratégica país para cerrar las brechas ahorro – inversión, ni gastos ingresos entre otras, ni plan de prevención con visión real de futuro para eventos exógenos, ni para generar un crecimiento sostenible de la economía mayor al 4.5% en el PBI proyectado para el 2022. ¿Qué esperamos?

*Economista