Detras de la cortina

Crecimiento urbano vs. desarrollo urbano

En unos días más, para ser más preciso el 4 de enero en la ciudad de Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, se inaugurará el edificio más alto del mundo: El Burj Dubái es una enorme estructura que, sin sumar la altura de su antena, mide ya (está completamente terminado) 818 metros. Para darnos cuenta de su altura mencionaré que el edificio más alto del Perú, el Hotel Westin, a inaugurarse a fines del 2010, mide 120 metros.

La construcción de rascacielos y otras maravillas de la ingeniería y arquitectura están dando un nuevo y más resplandeciente horizonte de eficiencia, y belleza a muchas ciudades y países emergentes. Si en el pasado nos asombramos con la eficacia y belleza de urbes como Nueva York o Chicago, hoy países como China, como comenté en mi crónica sobre el viaje que hice a ese país, Corea del Sur, Brasil y Chile, nos muestran ejemplos de desarrollo urbano impresionantes.
Entre estos países emergentes no podemos dejar de mencionar al Perú. En los próximos dos años la Lima urbana se verá mejorada por los aportes del Terminal Terrestre en Plaza Norte, el Metropolitano, el Tren Eléctrico, además de los aportes a la cultura y el turismo que significarán el remodelado Museo de Arte de Lima, el Teatro Municipal, el Gran Teatro Nacional y la Costa Verde. Conociendo las necesidades en infraestructura de Lima y el país son pocos buenos ejemplos, pero hasta hace poco esos pocos ejemplos ni existían. Esto hace, desde ya, que estos esfuerzos sean aplaudibles. Acostumbrémonos a apoyar y resaltar lo positivo. Toda empresa desde su planificación cuenta con características que podrán parecernos erradas, y muchas veces y sin contar con ninguna experiencia urbanística o de ingeniería nos atrevemos a criticarlas, a atacarlas. Por favor, no nos olvidemos de los aspectos positivos que podemos reconocerles. Seamos artífices de nuestro desarrollo urbano, y no simplemente de nuestro "crecimiento urbano”.
Esta última denominación está exenta de toda la organización que se hace necesario para cualquier tipo de crecimiento. En un país todavía informal como el nuestro, nos cuesta adaptarnos a las características de orden que hacen a un país (más aún que su poder económico) ser del primer mundo. Nos cuesta desacostumbrarnos a un estilo de vida tercermundista que pese a habernos dañado por tanto tiempo, muchas veces no somos conscientes de ese daño ya que en el vivimos desde que abrimos los ojos. La televisión por cable y el fenómeno de Internet nos permiten ser testigos de primera mano de un orden al que deberíamos aspirar, pero al que todavía no nos comprometemos porque pese a parecernos ideal, es ajeno a toda nuestra experiencia previa y, valgan verdades, hasta nos da flojera porque el adaptarse a todo cambio implica el esfuerzo de modificar la rutina.
¿Cuándo será el día que no veamos gente tirando desperdicios en las calles, personas construyendo propiedades en terrenos usurpados, propiedades privadas construyéndose sin importar si la edificación impedirá la visión del mar o del parque que el vecino pretendió tener cuando levantó su propiedad, o esa actitud de que yo pinto mi casa color amarillo mostaza o  azul porque no me importa que el color que elegí rompa con la armonía del color de la calle? ¿Cuándo dejaremos de construir rompe muelles o cerremos calles con puertas de metal sin autorización municipal? ¿Cuándo aprenderemos a construir locales comerciales en lugares comerciales y casas en zonas residenciales? ¿Cuándo dejaremos de hacer tremendas fiestas en nuestras casas o departamentos llenando de ruido al vecino, "porque es mi propiedad y yo hago lo que quiero" ? ¿Cuándo las autoridades dejarán de ser cómplices nuestros en esa dejadez, esa irresponsabilidad que nos da una comodidad inmediata, pero que nos sigue retrasando a dar ese despegue que necesitamos dar?
Las condiciones se están empezando a alinearse en nuestro favor, sólo que no queremos verlo o tenemos miedo de hacerlo. Algunos dirán que no ensucian la ciudad, ni destrozan los servicios públicos, no sobornan al policía de tránsito. Eso puede ser cierto, pero esa cooperación no es suficiente. Si somos testigos de esos actos enfrentémoslos así nos ganemos una riña, denunciémoslo a las autoridades así exista la posibilidad de que no hagan o puedan hacer algo, de todas maneras queda ese antecedente que servirá a la hora de hacerse estadísticas para buscar afrontar los problemas urbanos.
Si no nos comprometemos al cambio seguiremos viviendo en una urbe tercermundista, por más nuevas infraestructuras que tengamos. Aprendamos a vivir en función de nación y no en función de nuestra familia como primera prioridad. Nuestra familia solo saldrá adelante si vive en una sociedad justa, ordenada y pacífica en donde podamos poner en práctica esos valores que les inculcamos con palabras más no con el ejemplo. Hay gente del gobierno, de la oposición, de las empresas privadas y de la comunidad que está “feliz” con seguir viviendo en este caos urbanístico-social, pero también hay gente del gobierno, de la oposición, de las empresas privadas y de la comunidad que quieren y trabajan por un cambio. Unámonos a ellos.
* Comunicador Social, Universidad de Lima.