Encrucijada
El reciente y patético cruce de palabras entre el presidente Vizcarra y Keiko Fujimori nos demuestra cuán lejos estamos de ser una democracia madura y civilizada, donde los líderes se reúnen para conversar. Probablemente para coincidir en muy pocos puntos y discrepar en muchos.
Si la señora Fujimori cometió una infidencia, desliz o bajeza al revelar la reunión ( existe la versión del encuentro sobre la cual ya había hablado Juan Carlos Tafur), realmente no interesa demasiado, aunque hable muy mal de ella. Lo que preocupa es la incapacidad del presidente para voltear la página. A menos, claro está, que crea - o que algunos de sus asesores lo haya convencido- que continuar la política de confrontación con el desacreditado congreso le va a dar réditos.
Hemos pasado del "no más odios" a el “referéndum tiene que ser en diciembre” o “no me van a doblegar”. No importa por supuesto que distinguidos expertos como Domingo García Belaúnde o Enrique Bernales hayan señalado las falencias de los proyectos de reforma del sistema de justicia, presentados en un acto de parafernalia populista por el propio presidente, como si no tuviera al presidente del Consejo de Ministros, ministro de Justicia o algún congresista de su confianza. Las expresiones de ambos lados no nos muestran políticos con esquina sino con un sucio callejón.
Por otro lado, otro sector hace una pataleta pidiendo la salida del actual fiscal. Pero no mucho más. En realidad, en todo caso, sería necesario que se nombre a un tercero.
Lo que debe o debería entender el presidente es que, al margen de la importancia de estas reformas, es urgente también, como mencionamos en nuestra edición anterior que el gobierno nos explique cómo va a reactivar la economía, qué plan va a aplicar para mejorar la seguridad, pero al parecer no los tiene, pero sí cuenta con ministros que andan más ocupados en cambiar las letras de rondas infantiles. Ni los ministros humalistas hicieron semejante ridículo.
En ese contexto, con esa repulsión, los ciudadanos indignados tenemos que votar el próximo mes, en unas elecciones obligatorias. Sería imperativo que el malhadado referéndum- si se hace- incluya preguntas sobre el voto voluntario.
El Perú se encuentra, pues ante una encrucijada. O las diferencias y los cuestionamientos se zanjan a través de los canales democráticos, desde el diálogo hasta los procesos de investigación serios y objetivos, o aumentamos el peligro que gane algún radical que termine con los fujimoristas y apristas, para beneplácito de la progresía y la izquierda, pero también con todos los demás.