Detras de la cortina

Crisis sistémica

La crítica situación de nuestra política y el progresivo deterioro de nuestra actividad económica no son más que el reflejo de una crisis no de gobierno, sino del sistema político. Para empezar. ¿Qué más prueba de la crisis del sistema que el triunfo de un –supuesto- antisistema?

Esta crisis se manifiesta en la inestabilidad del país, generada por la violencia, la ineficiencia, y la corrupción. Y el primero que la fomenta es el Presidente Ollanta Humala, que en los últimos días, ha continuado con sus ataques ya no sólo a la oposición, la prensa, sino a los fiscales que investigan el caso de su esposa y de su partido.

Parece pues, que por lo menos en esto, el candidato Humala ha vuelto, con un discurso altanero, y exhibiendo falta de modales democráticos. Y cada vez se le crítica, él y los voceros de los gobiernos dicen “en los noventa”…Esta letanía es, pues, su único argumento, para justificar sus errores y bravatas. Como en los noventa ocurrieron cosas espantosas. ¿Ahora por qué no se puede actuar mal?

La narrativa presidencial habla de “partidos tradicionales” para criticar a la oposición, en actos oficiales, y ante la presencia - no sabemos si espontánea de pobladores-  señala que la oposición y la prensa quieren tumbar a la señora Heredia por “los programas sociales”. ¿Está el presidente expresando una crítica destemplada, su malestar, o busca agitar a la población, y generar fuerzas de choque?

Al asumir su gobierno, el ex presidente Fujimori atacaba a los “partidos tradicionales”, y a sus “cúpulas”. Y hablaba de un "Palacio de la injusticia”, en vez de un Palacio de Justicia. Alguien le respondió que eso sería como llamar a la Casa de Pizarro, Palacio de desgobierno. El fujimorismo se convirtió en “tradicional”. El humalismo dice que no hace “política tradicional”, y que no son políticos tradicionales. Puede ser, pero tampoco son mejores. El nacionalismo cuestiona las cúpulas partidarias, pero es dirigido, básicamente, por el presidente y su esposa.

En vez de lanzar bravatas y soliviantar a la población, el régimen debería responder, con seriedad y respeto, a cualquier cuestionamiento. Y parece que su probable “delfín”, el histriónico y conflictivo general Daniel Urresti sigue ese libreto. Hasta ahora, el ex ministro sólo se define únicamente por estar en contra de alguien. No a favor de alguien o de algo.

Y hay que señalar, a todo ese sector de la prensa y la opinión púbica que repite, bien o mal intencionadamente, que esta crisis que pacedemos de este país no empezó el año 85. El país andaba bastante mal ese año. Lo que no exime, por supuesto, a los gobernantes de aquella época de responsabilidad. El Perú no se fundó, pues, hace 30 años, y no era -como tampoco lo es ahora- una democracia consolidada y eficaz.

La irrupción de caudillos, que tanto deploramos, es consecuencia de un sistema político que no funciona. Para enfrentar el problema,  se propone la eliminación del voto preferencial (cuando se creó, se consideró que con ello se eliminaba la influencia de caudillismos y cacicazgos) y el financiamiento público de los partidos. 

La prolongada crisis política que se vive, y el empoderamiento que le hemos dado a esta dirigencia partidaria de nefasta actuación, son consecuencias de la permanente crisis de nuestro sistema político.

A lo largo de estos años, no hay evidencias de desear reformar este sistema político, lo que indicaría que su cambio urgente no podrá venir del Congreso, del gobierno o de los actuales partidos políticos. Y tal vez, por utópico que parezca, es hora que sectores de la prensa, la opinión pública y la ciudadanía, presionen para generar corrientes de cambio, y revertir esta crisis sistémica de la política que afecta a todos.