< Detras de la cortina

¿Enajenación futbolera?

Como hemos señalado, nuestra afición por el fútbol empezó de manera tardía. Vibramos con el Perú - Escocia de Argentina 78, ese soberbio partido, expresión máxima de Cueto, el mejor mediocampista peruano que hayamos visto, (¿Cuánto costaría en estos tiempos?) y Cubillas, y luego con el Perú-Irak.

Luego, con el Perú - Argentina vino nuestro regreso a la realidad. Para el siguiente proceso eliminatorio, nos pegamos al televisor y disfrutamos el Perú - Colombia, y el cabezazo de la Rosa, luego la sensacional victoria en el estadio Centenario de Montevideo, con goles de Uribe y La Rosa. Del mundial no queremos no hablar, y ya se ha dicho bastante: la gira, el grupo, los punteros mentirosos…

Después de un periodo de decepción y tristeza, nos hicimos hinchas de la U, equipo donde estaba, entre otros, nada menos que Germán Leguía en su mejor momento, y empezamos a ir a los clásicos y padecer la racha aliancista que sólo se rompió con el extraordinario zapatazo de Miguel Seminario el año 82.

De ahí en más, fuimos viviendo y sufriendo con el fútbol, con la llegada del cable disfrutamos de mejores espectáculos futbolísticos internacionales (a excepción de las memorables campañas de Cristal y Cienciano). Probablemente por esta razón en los últimos tiempos, vimos encuentros sin apasionamientos y más bien con un agudo sentido crítico y análisis, que desarrollamos en base a la lectura y al intercambio de ideas con personas que saben más que nosotros. Y eso que no nunca jugamos. Esa propiedad, sin embargo, nos hizo inmunes al sufrimiento (y recientemente nos permitió ganar una pequeña apuesta).

Si bien es cierto la televisión por cable e Internet son ventanas al mundo, y ambos nos permiten disfrutar de fastuosos espectáculos deportivos y artísticos, nos llama la atención esa creciente afición o casi fanatismo que despiertan encuentros de otras latitudes.

Ejemplo palpable de esto es lo ocurrido en el reciente derbi español, donde nuestro teléfono empezó a sonar para preguntarnos si iban a transmitir el partido y si lo íbamos ver, cuando, en realidad, estábamos en otra, y no teníamos intención de seguirlo con mayor detenimiento.

Comprendemos que nuestro campeonato esté mal, que los equipos estén al borde de la quiebra, pero creemos que, tal vez, sólo tal vez, la afición haya transferido su cariño o interés a equipos foráneos como el Real Madrid o el Barcelona, algo que probablemente ocurra en otros lados, pero que recién percibimos ahora.

Y no es sólo eso, recientemente varios amigos estuvieron comunicándose vía correo electrónico o por teléfono para seguir la incidencias del Barcelona-Chelsea. Y algunos lucían el rostro de desazón después del encuentro. Ya no se trata únicamente de tener un hinchaje latinoamericano, después de una eliminación local (desgraciadamente, algo frecuente), sino de dirigir nuestra atención y nuestra pasión a cuadros de otros continentes.

Por otro lado, la idea que los locales limeños se vean abarrotados por un partido importante, sin duda, pero ajeno, y los comerciantes vendiendo tragos y piqueos (bien por ellos) es bienvenida, pero repetimos, es una figura inusual para nosotros. Un familiar nos señaló, incluso, a propósito del clásico español sobre Direct TV, que iba transmitir el encuentro ¿Qué se creen? Nosotros contestamos que son empresarios, y al margen de la pasión está el negocio. Ellos pagaron por el derecho y pueden revenderlo a quien gusten o consideren.

Sin duda, esto se explica también con el crecimiento de la clase media, y el aumento de abonados al servicio de televisión por cable. Sin embargo, nos causa sorpresa ver tanta expectativa para un encuentro de liga extranjera, por más poderosa que sea.

¿Es esta la expresión que un hinchaje globalizado o una especie de enajenación futbolera, a falta de la eterna crisis de nuestros referentes futbolísticos locales?

De cualquier forma, ya sabemos quiénes son los principales responsables de esta situación: los dirigentes que han convertido nuestro campeonato ¿profesional? en un torneo desorganizado, desfinanciado y en ocasiones violento.