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Danza de las tijeras: choque de dos mundos

El departamento de Ayacucho, conocido también por su arquitectura colonial, como “la Sevilla peruana”, fue declarado en el 2001, por el Instituto Nacional de Cultura, como Capital del Arte Popular y de la Artesanía del Perú. Se ubica en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, a más de 2 500 m.s.n.m. Su clima es seco y soleado y lo habitan poco más de 150 000 personas.

Entre las particularidades artísticas y actividades culturales ayacuchanas, destacan el Carnaval de Ayacucho, las fiestas de Semana Santa y de la Libertad Americana. También sus más de treinta iglesias, los retablos, escultura en piedra de Huamanga, textilería de mantas, filigrana, etc. Por otro lado, se suele poner de manifiesto en éstas y otras expresiones ancestrales y de mestizaje cultural, un arraigado sentimiento religioso, que evoca creencias sobrenaturales matizadas por la tradición cristiana.
Probablemente, la etapa más sombría de Ayacucho haya sido la de la década de los ochenta del siglo XX. Durante ese tiempo, el senderismo se consolidó en la región e incluso se expandió más allá de sus márgenes. En ese contexto, se llevaron a cabo atentados como el de Chuschi, en el que se quemó material electoral para las presidenciales del ochenta (transgresión que se reconoce como la primera del senderismo). Masacres como la de Lucanamarca, donde se exterminó a prácticamente toda una comunidad. En fin, fue una época de emboscadas, ajusticiamientos y asesinatos, como la matanza de seis periodistas limeños en Uchuraccay.
Sin embargo, la historia de Ayacucho es rica y no se limita a episodios más bien dolorosos. En ese sentido, merece la pena recordar que esta ciudad desempeñó el papel de centro político del imperio Tiahuanaco - Wari durante el Horizonte Intermedio. Asimismo, fue escenario de la batalla - y posteriormente, capitulación - que dio lugar a la independencia definitiva no solo del Perú, sino de América entera. Parte de esa historia es, precisamente, la danza de las tijeras o dansaq, baile típico que más tarde fue exportado a Huancavelica, Apurímac, Junín y Arequipa. En él, se transmiten las destrezas e idiosincrasia del hombre andino, con música de fondo proveniente de violines y arpas. Parte de sus fines consiste en rendirle culto a los apus (cerros), mamapacha (tierra), inti quilla joillor (astros), etc.
Los primeros danzantes fueron sacerdotes, brujos y adivinos precolombinos. En la época colonial, sus descendientes fueron perseguidos, pues se consideraba que la danza guardaba relación con idolatrías y pactos diabólicos dada la articulación de costumbres religiosas indígenas con sorprendentes pruebas ejecutadas por saltimbanquis temerarios, de manera que huyeron a las zonas más altas de los andes. Pasados los años, se les empezó a recordar como los sopaypa wawan (hijos del diablo) y mucho después se aceptó su regreso, a condición de que dancen únicamente en honor al dios cristiano y a los santos.
Actualmente, el espectáculo no sólo suele realizarse en fiestas patronales rurales, sino que ha sido extrapolado a ambientes urbanos. El baile consiste, hoy en día, en una competencia entre dos hombres que manipulan dos piezas inconexas de tijera con su mano derecha. Cada uno debe repetir, en su turno, los pasos del oponente y crear nuevos, más complicados, para superarlo. Normalmente, al final de la ceremonia, un grupo de personas determinan quién fue el ganador.
La danza de las tijeras entró en boga durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado, quien se encargó de promoverla, como parte de las reivindicaciones indígenas. Por su parte, José María Arguedas reconoció repetidas veces en su obra la labor de los bailarines. Así, se pueden encontrar referencias en Yaguar Fiesta, Los ríos profundos, La agonía de Rasu-Ñiti (cuento), El zorro de arriba y el zorro de abajo, entre otras creaciones.
Por último, no en vano la danza fue reconocida en 1995 como Patrimonio Cultural de la Nación, ni en vano la UNESCO la declaró, arguyendo su antigüedad y valor simbólico, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el 2010.
 
*Carlos Miranda estudia Psicología en la Universidad de Lima y es editor del blog www.divergencia-carlitox.blogspot.com