De la inclusión al desarrollo
Una de las tareas pendientes del estado - y quizá la más importante - es su agenda social. De hecho, esa fue una de las razones por las cuales el electorado votó. Y esa agenda pasa por un hecho que se considera una tarea urgente, y hasta hoy postergada, de incorporar más peruanos al mercado, a la modernidad y al desarrollo.
Durante toda su campaña, el gobierno en funciones fue enfático en esto, e incluso acuñó un estupendo eslogan de campaña: “Crecimiento con inclusión”. Tan estupendo como declarativo, y tan político que se convirtió en un ministerio.
Pero la tarea apremiante del estado no termina con la creación de un ministerio. Se necesita, aparte de eso, definir funciones y mandatos, establecer ámbitos de acción con el MIMDES, y más bien, que el nuevo ministerio absorba los encargos del Ministerio de la Mujer, que fue creado por el ex presidente Fujimori por la misma razón: política.
La empresa enorme de inclusión social requiere también un funcionariado especializado y eficaz que contribuya con este propósito, tan loable como complejo. De allí que Beatriz Boza, de Ciudadanos al Día, pida cautela cuando se piense en nuevas fusiones de programas, pues podría perderse la especialización que ha logrado cada uno de esos programas, con sus correspondientes técnicos.
Por su parte, el economista Waldo Mendoza (Gestión, 29/8/2011) afirma que otra vía para disminuir la desigualdad es tener una política tributaria más equitativa, es decir, más progresiva. El también catedrático de la PUCP se arriesga a proponer una vía más para disminuir la desigualdad: cambiar el modelo de crecimiento hacia uno más industrial e intensivo en mano de obra. Sin embargo, no olvidemos que 7 de cada 10 trabajadores peruanos solo ha estudiado hasta la secundaria, según una investigación del Instituto de Estudios Económicos y Sociales de la SNI.
La agenda social para reducir la pobreza, la desigualdad, no se debe diseñar cada cinco años. Es imprescindible aplicar políticas de estado y si para eso se deben continuar acciones positivas como Crecer, pues hay que hacerlo. Lo peor que puede pasarle un país es no continuar con acciones eficaces y convertirlas en políticas de estado. El desarrollo se construye así, incluso con estrategias desarrolladas por gobiernos no democráticos. Es lo que ha ocurrido en Chile o España.
Las metas sociales del régimen son pues ambiciosas, y en este sentido es necesario que afiance lo consolidado en este aspecto, relacionando los programas sociales, nombrando y capacitando personal, ampliando su cobertura, pero además definiendo fases y tareas. Que los programas sociales no sean sólo asistenciales, sino habilitadores y promotores, con lo cual le quitaríamos su cariz asistencialista, partidario y clientelista, a lo cual se asocian también las filtraciones de los programas de programas alimentarios como el Vaso de Leche.
También es necesario evaluar el impacto de estos programas en zonas urbanas de ciudades como Lima, que presenta cifras tan reveladoras como negativas.
En vez de crear más ministerios y ofrecer más dinero, algo necesario, pero no suficiente, convendría que haya un solo ente rector en estos aspectos, como se ha hecho en Brasil - ahora que el modelo brasileño está tan de moda - y como bien nos menciona nuestro entrevistado, el especialista en temas sociales y profesor de la Universidad Católica, Carlos Eduardo Aramburú.
El reto de cumplimiento de las metas sociales es enorme, y miles de necesitados lo agradecerán o lo exigirán en el corto, ya no en el mediano plazo. El gobierno tiene la palabra.