De vuelta a la normalidad
Malas señales en el panorama: el antikeikismo rebosa de felicidad, Fuerza Popular comienza a lanzar sus primeros cañonazos y el Gobierno atina a dar una respuesta contradictoria, que muestra la poca solidez de sus líneas. Mientras el presidente Vizcarra pide disculpas por una mentira, el premier Villanueva elabora una simplona mentira para disculparlo. Mientras el mandatario dice que el premier ha coordinado sus reuniones con Keiko Fujimori, el premier aparece despistado, buscando no decir sí, pero tampoco no.
Esta nueva etapa de confrontación no le hace bien al país. Vuelve a poner en suspenso las verdaderas reformas necesarias (empleo, salud, educación) y pone en primera fila la falta de oficio de nuestros políticos, su escasa formación republicana y la enorme vanidad que los gobierna. Una sociedad en la que dos líderes políticos no se pueden reunir a conversar, es una sociedad fuera de la civilización. Pero quien queda en un verdadero entredicho es el presidente Vizcarra.
Cuando se produjo la renuncia de PPK, los pepekausas —comenzando por Mercedes Aráoz— lo catalogaban de traidor. Hoy en Fuerza Popular consideran que Vizcarra ha hecho lo mismo, pues ellos lo habrían apoyado para que asuma la presidencia. Y que Vizcarra —para hacer efectiva la supuesta traición— se ha vuelto a reunir con el antikeikismo.
Es penoso el momento en que nos encontramos, cuando deberíamos prepararnos a celebrar el Bicentenario. Gente que cree que puede imponer su posición, incapaces de conversar o llegar a acuerdos. Parecen dispuestos a hacer lo posible por empeorar la situación del país, antes que mejorarla. Es increíble que luego de la importante votación de la primera vuelta del 2016, solo hayamos logrado conflicto y desunión.
El debate sobre quién tiene razón es poco útil. Lo cierto es que sin acuerdos el país se torna ingobernable. Lamentablemente la sana tensión que debe existir entre Ejecutivo y Legislativo se ha tornado tóxica, frustrando cualquier posibilidad de desarrollo concertado. Nuestros políticos no están capacitados para dialogar, para convencer. Sus escasas capacidades los hacen imponer posiciones, no negociar. Hemos vuelto a la normalidad.
*Abogado y analista político
Publicado en www.montonero.pe
Reproducido con autorización