Historias de historietas
Nuestra infancia no sólo estuvo llena de juegos, (poco fulbito), sino de lectura. A los 7 años, ya leíamos revistas políticas como “Caretas” y semanarios como “El Tiempo”, de Alfonso Baella Tuesta, padre del periodista Alfonso Baella Herrera, diarios como “El Comercio”, y “La Prensa”, porque pese a que eran épocas de dictadura velasquista, nos gustaba estar informados.
Pero también como niños, leíamos, y teníamos una colección de historietas, donde destacaban las de Disney, como el Pato Donald, el más renegón de todos los personajes, sus sobrinos, su primo Glad Consuerte, el inventor Giro Sintornillos, y su tío amarrete Rico Mc Pato. Y también Porky y Bugs Bunny (algunos de éstos saltaban del impreso a la pantalla mediana (léase T.V).
Tintín era lo único que leíamos en la biblioteca del colegio (esperábamos el viernes para leer, y tres días para devolver el tomo). Se trataba de un periodista entrometido, dos detectives españoles o franco - españoles, Hernández y Fernández lo secundaban, junto a un capitán alcohólico, el extravagante Profesor Tornasol, y su perra Milú. Sus aventuras lo llevaban de Inglaterra, China, Perú y el Congo. Hergé, su creador, declaró, en una ocasión, que se dejó llevar por los estereotipos, lo cual en muchos casos no les restó méritos a sus historias.
Andy Panda y el Pollo Carlos era otra tira súper divertida, aunque secundaria, del Pájaro Loco. Lorenzo y Pepita la descubrimos por un amigo de la infancia. Lorenzo era un oficinista media flojón que dormía en la oficina, y llegaba colgado del tren al trabajo, (como puede llegar ahora alguien, gracias a esta reforma del transporte de cuestionable resultado) mientras su bella esposa, Pepita, le daba el desayuno, y sus hijos eran un enredo, junto con la perrita, Blondie.
También estaba, por supuesto, La Pequeña Lulú, y su grupo de barrio con Memo y Tobi. Al último, pero no al final, está Tufi, el sobrino de Jerry, y los dos peleaban con Tom, el gato, y tenían las clásicas persecuciones, donde Tom casi siempre perdía, y no sólo el queso, aunque en ocasiones se unían y se protegían. Y el troglodita Pedro Picapiedra.
Entre las latinas preferidas estaban, sin duda, Condorito, que retrataba al criollo de la ciudad: enamorador, no muy trabajador, exagerado, pero también noble y de muy buen humor. Personaje que no existiría sin su compadre Chuma, su rival Pepe Cortisona, Huevo Duro, y toda su esquina. Condorito era pues el retrato de la idiosincracia de una esquina popular latinoamericana. Ojo que decimos esquina, no callejón.
Los personajes de estas tiras eran animales, pero muy, muy, humanizados, tanto en sus defectos como en sus virtudes. Por eso su éxito.
Mafalda, era muy parecida a Periquita en apariencia, pero más intelectual, y no por ello menos divertida, y desternillante. Sarcástica y genial. Su creador, el vasco (español) radicado en Argentina, Joaquín Lavado, señaló que la tira nació casi como una caricatura, para aparecer en una sección internacional. Por eso la “conciencia social” de la niña en cuestión, y su sensibilidad, que ponía de cabeza a todos. Quien le preguntaba, corría el riesgo que le contestase.
Por supuesto que también había otras de Superman, Batman, El hombre de acero, y en los últimos años, los anime, o manga, de origen japonés con muchos fanáticos, pero aquí sólo mencionamos, -el lector puede añadir las de su preferencia- algunas de las que nos divertían. ¡Qué maravilla¡