Alan García ya está en carrera en pos de su tercer mandato, confirmando aquello que se anunciaba desde su segunda gestión y descartando las especulaciones en torno a que eludiría la competencia, tanto por razones personales, privadas y de salud como por las políticas (su aún escaso respaldo y la mochila pesada de los “narcoindultos”).

De lo visto y escuchado en su mitin de lanzamiento, el hoy candidato es una suerte de mix entre el Alan del 2000/2001, el del 2005/2006 y parte del discurso del “nuevo Alan” presidente entre 2006 y 2011. Es decir, el expresidente maduro y experimentado claramente derechista, que hoy hace guiños a la izquierda y el centro para recuperar al votante promedio masivo que alguna vez tuvo.

En tal sentido, recurre a un libreto ya conocido y poco innovador. ¿Le será suficiente? No lo creo. Sobre todo, como digo, si esta vez el costo político de temas como los “narcoindultos” le pisan más que los talones en un contexto en el que, precisamente, la debilidad más sentida hoy por todos los peruanos es la inseguridad y el crimen. A ello probablemente se deba que, por ejemplo, y como forma de contrapesar ese “handicap”, pretenda abanderar la presencia de las FF.AA. en las calles, cuando lo que le correspondería es asegurar una reforma policial que no hizo en su segundo mandato.

Por lo demás, insiste en ideas demagógicas como reducir el sueldo de los ministros, que va a contrapelo de los esforzados intentos de modernizar la carrera pública (vía Servir), y la eliminación de los services y la regulación de intereses para tarjetas de crédito. Me atrevería a pensar que la suerte de García depende más de los errores de sus adversarios para convertirlo en mal menor que del menú repetitivo que ha ofrecido en el arranque. Y claro, de sus extraordinarias dotes de candidato, que es su gran elemento diferenciador.  

Publicado en el Diario "Correo", 3/11/15

Reproducido con la autorización del autor

*Abogado, periodista, y analista político

Conductor del programa "Las cosas claras", Panamericana T.V.