Hasta que las elecciones nos separen
El régimen entró a su cuarto año con nueva ministra, Ana Jara, luego de la salida del cuestionado Premier René Cornejo. Así zanjó el oficialismo el problema, pues hasta el momento no se conoce el resultado de la investigación sobre el supuesto conflicto de intereses del anterior premier. Investigación que debería arrojar resultados condenatorios o exculpatorios, pero en nuestro país las investigaciones sólo desaparecen. Son archivadas por el tiempo y la indolencia.
Mientras tanto, en el congreso, se impuso la figura de Ana María Solórzano, luego que la oposición perdiese la oportunidad. Algunos, como el analista político Enrique Castillo, creen que esto quizá no hubiese ocurrido si el fujimorismo no integraba la lista, pero es cierto también que el arribismo de grupos como Perú Posible y Solidaridad Nacional hizo lo suyo.
En este episodio, sin embargo, es importante recordar el papel nefasto de la oposición que se queja de las cosas, pero no es capaz de ejercer el control político ni de mantener posturas críticas frente a autoridades. Ahí están los casos del PPC con el Premier Cornejo, o la revocatoria a la alcaldesa Villarán, todo esto en el marco de un oficialismo y oposición más fragmentada, como ha quedado en evidencia, luego de la re-división de Unión Regional.
Con este panorama crispado, el presidente de la república brindó su cuarto mensaje a la nación. Mensaje sin sorpresas, moderado y conciliador, llamando a la unidad. Una mención valiosa y plausible, pero que es permanentemente saboteada por el propio presidente y sus allegados –incluida cierta prensa- quienes ven la política como una extensión del teatro de operaciones.
Cabe decir, sin embargo, que el mensaje tuvo algunos anuncios auspiciosos sobre educación, pero parecen difíciles de cumplir, con un gobierno que ha demostrado más incapacidad de gasto que otros, y que festina dinero en programas sociales, sobre los cuales, la señora Paola Bustamante, Ministra de Inclusión Social, debería informar ya mismo.
El otro punto fuerte fue el económico y cómo retomar el crecimiento, crecimiento que ha disminuido desde que el humalismo tomó el poder. El costo del pase de la gran transformación a la hoja de ruta. Si el gobierno cree que los inversionistas extranjeros y nacionales únicamente miran al Perú, y que hacen cola, neuróticos, fumando cigarrillos, y esperando que se presenten las condiciones para realizar sus actividades, se equivoca. Hay otros países como Chile, México y Colombia, con tantos o más problemas que el nuestro, que nos han sacado ventaja. No hablemos de China, India, o Estonia.
La seguridad, el otro talón de Aquiles del gobierno, fue la gran decepción. El presidente de la República se limitó a leer una especie de consolidado de capturas, y acciones de ese tipo, mientras los policías en la calle están ausentes, los fiscales incumplen, y corremos el riesgo que, pese a las prohibiciones sobre el uso civil de armas, aparezca un rambo en cada esquina.
La lucha anticorrupción, por supuesto, sólo sirvió para atacar a los adversarios y gobiernos anteriores. Los casos de este régimen, y el fortalecimiento real del sistema, que ha fracasado rotundamente, fueron omitidos en el mensaje, y más aún en los hechos. La falta de manejo de los conflictos laborales del gobierno provoca grandes problemas a los ciudadanos, y el gobierno es incapaz de negociar y hacerse respetar, para defender al ciudadano, y no se dijo una línea al respecto.
Por otra parte, resulta hilarante que el presidente hable de democracia interna, cuando en su grupo decide él y su esposa. Aunque en su defensa hay que decir que no sólo ocurre en el gobiernismo. No se puede tener un régimen democrático si no existe una sociedad verdaderamente democrática.
Este es el panorama del país, y así estaremos hasta el 2016. Es decir, hasta que las elecciones nos separen. Y ojalá que se creen condiciones para construir una democracia real, con políticas eficientes y eficaces. Pero esto es, hasta ahora, un acto de fe.