La fórmula Simon
Agobiado por su constante caída en las encuestas, y acosado por las constantes y ridículas declaraciones de su Primer Ministro, al presidente Ollanta Humala no le quedó más remedio que prescindir de los servicios - o de los flacos favores - de su Presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez Mayor. Su declaración sobre la supuesta “histeria colectiva” de la ciudadanía en torno a la desbordante inseguridad precipitó una salida ya anunciada.
Si para el señor Jiménez el asesinato del director de un penal en el interior no genera una neurosis colectiva. ¿Qué la puede generar? Es evidente que tenemos políticos que no tienen empatía con la población. Pareciera, pues, que no van al mercado, no compran en la bodega, nunca toman transporte público. Viven en una burbuja llena de lujos, pagada por nosotros, los sufridos ciudadanos.
El nombramiento del Presidente Regional de San Martín, César Villanueva, puede ser una buena medida para terminar con la inercia en el ejecutivo y su manifiesta falta de liderazgo. A Villanueva se le considera un servidor respetable y eficiente, cualidades escasas en nuestra política, y uno de los pocos “presidentes” regionales- ¿hasta cuándo usaremos ese término?- de buena gestión.
Villanueva es administrador, ha sido reelegido en su región, que además ha implantado el envidiado modelo San Martín, que ha convertido ese bello departamento en un gran productor de chocolate, dejando de lado el peligroso y creciente cultivo de la coca, y además podría convertirse en el interlocutor ideal entre las regiones y el gobierno central.
Al nuevo premier se le considera también un nombre dialogante, pero a la vez ejecutivo, algo que le hace falta a gritos al humalismo.
El caso de Yehude Simon es similar. En medio de la crisis de los “petroaudios”, más mediática que otra cosa, el ex presidente García convenció a Yehude Simon de asumir el premierato. El actual congresista era un ex radical preso, que fue acusado de terrorista. A su salida, era un hombre y un político transformado. Trabajador y concertador. Con estos pergaminos, Simon postuló a la presidencia regional, ganó, y se convirtió en un líder democrático, generador de consensos, y eficaz. Atributos, que, por lo general, no se encuentran en la política peruana.
Ya en el premierato, las constantes diferencias entre él y otros miembros del gobierno, y la fragilidad del estado, demostraron que no era un hombre para el cargo. El trágico caso de Bagua, cuyo informe policial todavía estamos esperando, lo hizo renunciar. Y de ahí en más su vida política ha perdido notoriedad, aunque conserve una curul. Y su nativa Chiclayo se debate en el caos. Algunos, con mala leche, afirman que García lo eligió para acabar con su buena estrella.
El nuevo premier acepta el cargo en circunstancias similares, de crisis. Recordemos que antes, Martín Vizcarra, presidente de la región Moquegua, había sido tentado con el puesto, pero lo rechazó.
Sin embargo, Villanueva entra a un gabinete que no conoce en profundidad, con ministros que debieron salir (Interior, Relaciones Exteriores, Defensa, Transportes y Comunicaciones). Y tiene una agenda recargada: inversiones, infraestructura, seguridad e institucionalidad. El principal problema del gobierno no es, principalmente, su falta de equipo, sino el carácter del presidente, como ha quedado demostrado más de una vez.
Un interesante artículo del destacado periodista argentino Andrés Oppenheimer ponderaba el pragmatismo de Humala, o para nosotros, su gran transformación. Pero al presidente le falta transformarse aún más. Tiene que respetar el estado de derecho - en la práctica - el vergonzoso caso del viaje a París es otra muestra de su desinterés por este tema, más allá de las palabras, e impulsar más obras públicas, para reducir nuestro abultado déficit de infraestructura, que alcanza la estratosférica cifra de 80 mil millones de dólares.
El actual primer ministro tiene que ser eficiente, además, en un colectivo que no ha estado acostumbrado a ser gestor, grupos de poder que se oponen a cualquier reforma, y un presidente que tiene un lenguaje explosivo y modales no democráticos - a menudo parece confundir palacio con un cuartel, y a veces habla como un comandante más que como presidente - con lo cual puede sabotear cualquier intento de diálogo, que critica un Estado panzón, y no tiene el coraje de ponerlo a régimen, o cuando promueve dudosos consensos para elegir funcionarios estatales en el congreso.
La fórmula Simon - traer a un presidente regional exitoso y ponerlo en la PCM - no funcionará si el gobierno y el presidente no cambian, y el Estado no empieza a mejorar. Así de simple. Sino, pregúntenselo al actual parlamentario, hoy convertido, casi, casi, en una extensión de esa masa amorfa que es Gana Perú.