Un brindis por Antonio Cisneros
En la nota de la sección cultural del mes de setiembre “Poetas peruanos Detrás de la Cortina”, mencionábamos a Antonio Cisneros como uno de los más insignes representantes de la poesía nacional. Sin duda alguna, sus versos podrían ser seleccionados en cualquier antología de lengua castellana. En aquella ocasión, reseñábamos el libro Mil años de poesía peruana, poemario que cierra Cisneros con su sublime Cuestión de ánimo, en la página 137 que a la letra dice:
LOS náufragos se hinchan como viejos tablones,
nadie puede rescatar su cuerpo de palo
rojo y pesado entre las algas.
No es fácil amar al hombre,
Cristo y Marx le tenían aprecio,
pero los cristianos se dedicaron a guerrear,
y aún en nuestros días
roban o matan con poco disimulo.
Para cuando salió la nota “Toño” aún vivía e hicimos hincapié en eso, pues contrastaba con los otros grandes finados poetas peruanos como Vallejo, Chocano, Martín Adán, etc. No citamos ningún poema suyo y más bien nos limitamos a mencionar que “sus letras encarnan una exquisita ironía”.
Ahora, con este lacónico homenaje póstumo, merece la pena destacar con mayor profundidad lo que distingue a los versos de Cisneros. En ellos, podemos apreciar frecuentes alusiones culturales, una actitud crítica no exenta de sentido del humor y mucha sátira. En palabras de Marco Martos (presidente de la Academia Peruana de la Lengua) su poesía tiene la capacidad de mostrar el dolor sin lágrimas y, además, en ella hay un río de pensamiento. Para Ricardo González Vigil, sus versos desmitifican grandes construcciones y estereotipos de la poesía del pasado, vinculados con un humor muy criollo. Por su parte, Peter Elmore señala que entre sus escenarios principales están los litorales y las riberas: límites cambiantes que unen y deslindan, márgenes donde se deciden los destinos y se realizan los balances.
Sin embargo, el autor de Canto ceremonial contra un oso hormiguero y representante de la generación del 60, no sólo se dedicó a escribir versos. También destacó como cronista, periodista, traductor y conductor de televisión. Entre sus obras en prosa destacan El arte de envolver pescado, Cuentos idiotas (para chicos con buenas notas), Los viajes del buen salvaje, Ciudades en el tiempo, El diente del parnaso, entre otros.
Desde que plasmó Comentarios reales, a los 21 años de edad, libro con el que ganó el Premio Nacional de Poesía, “Toño” recibió una vorágine de reconocimientos y condecoraciones como el Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, la distinción de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras del gobierno francés, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y muchos más. De sus poemarios consideramos altamente recomendables, entre Destierro (1961) y El caballo sin libertador (2009), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (Premio Casa de las Américas), El libro de Dios y de los húngaros, Propios como ajenos y Las inmensas preguntas celestes.Todos ellos reúnen las características antemencionadas del célebre poeta.
Por último, su excelso poema: Para hacer el amor (de Agua que no has de beber)
Para hacer el amor debe evitarse un
sol muy fuerte
sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra
si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores
que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso
ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no aguarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable,
limpio y redondo como un techo
y entonces la muchacha no verá el dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos, las frases cortas.
Es difícil hacer el amor, pero se aprende.
*Carlos Miranda estudia Psicología en la Universidad de Lima, y es editor del blog www.divergencia-carlitox.blogspot.com