Historias de Fútbol
Nunca nos gustó el deporte, y especialmente el fútbol. No entendíamos cómo podía despertar tantas pasiones - como nos decían - “once grandulones detrás de una pelota”. De hecho, mientras en casa y en el colegio era tema de lectura, análisis y debate, para nosotros era algo tedioso y aburrido.
Nuestra primera aproximación llegó en el 70, luego con más claridad en el año 75, con el campeonato sudamericano donde recordamos el saltito de Casaretto que pasó a la historia o el gol de Sotil, y donde en una ocasión posterior el presidente Morales Bermúdez dicen que dio el play de honor de una manera jocosa. En Argentina 78 vimos los goles de Cueto y Cubillas y nos gustó no tanto como deporte sino como expresión de júbilo popular y celebración.
Esto, por supuesto, fue opacado por el 6-0 que nos endilgó el dueño de casa, una actuación desastrosa de todo el equipo y el insistente rumor que algo pasó ahí. Incluso, se llegó a hablar de una visita del presidente Rafael Videla al camarín peruano.
A decir verdad, estábamos más preocupados por la situación del país. Leíamos con avidez “El Comercio”, “La Prensa” y cuando podíamos “Caretas”, “El Tiempo”, y “Monos y Monadas” que con su humor corrosivo desataba la ira de la dictadura militar.
Después de la Copa América del 83 - donde vimos las últimas luces de buen fútbol en selección con Leguía, Malásquez, Velásquez y Navarro - vino la eliminación del mundial de México 86, que nos llevó a una sucesión interminable de técnicos y derrotas que llevó al aficionado a un círculo vicioso de ilusión y desengaño, mientras que la prensa deportiva creaba expectativas y muchos jugadores eran noticia en la página de seudo espectáculos por sus escándalos, y lo que es peor, por sus bajos rendimientos deportivos.
Las únicas veces en estos años que se rompió esta tradición fueron el año 1997 con Sergio Markarián en Sporting Cristal, cuando logró, con una mixtura de jugadores jóvenes y experimentados, el segundo lugar en la Copa Libertadores. En este equipo figuraban el paraguayo Pedro Garay, Julinho, el argentino Bonnet, el uruguayo Balerio, el africano Amoako, y entre los nacionales, Jorge Soto, Roberto Palacios, Nolberto Solano y Miguel Rebosio.
Después volvimos a lo de siempre, más allá de algunos desempeños aceptables de pocos clubes, hasta que Cienciano con un equipo remendado y algunos veteranos consiguió algo imposible: ganar la Copa y Recopa Sudamericana. En este cuadro resaltaban Julio García, el arquero argentino Oscar Ibáñez, el colombiano Rodrigo Saraz, Germán Carty, Sergio Ibarra, César Ccahuantinco, Alessandro Morán y también resaltaron veteranos y jugadores notables como Juan Carlos Bazalar, Paolo Maldonado el paraguayo Carlos Lugo, Carlos Lobatón, quienes lograron una epopeya: dos títulos internacionales ganándoles a equipos brasileños y argentinos como Boca y River.
Esa fue la máxima expresión del fútbol peruano a nivel clubes en el continente y logrado además en el Cusco, y no en Lima. Todo bajo la mano de Freddy Ternero, quien había sido un buen jugador en Universitario, y después de su fracaso con la selección se convirtió en alcalde de su distrito, San Martín de Porres. Fueron años mágicos para el club, que poco después cayó en una grave crisis deportiva e institucional.
El 2007 con Juan José Oré, Perú logró clasificar a un mundial sub-17 donde destacó Reimond Manco, un jugador con muchas condiciones y al que esperamos recuperar antes que verlo inmerso en escándalos.
La reciente actuación de Perú en esta Copa América es auspiciosa, porque nos devuelve la ilusión que sí se puede, aquel estribillo que sonó con Cienciano, que es posible manejar resultados, remontar adversidades y aprender de los defectos.
Después de muchos años vimos a un equipo nacional corajudo, concentrado, con recursos para sacar adelante partidos complicados. Los partidos que se perdieron fueron sin dar lástima y sin violencia.
Esto es fruto también de un técnico capaz, el uruguayo de origen armenio Sergio Markarián, quien logró consolidar un grupo parejo, responsable y con un compromiso de lograr un buen lugar. Y lo hizo. Ya había demostrado su capacidad como entrenador de Paraguay, y por supuesto, en Cristal. Mérito también de la Federación de contratarlo.
Por esta razón, debemos alegrarnos y festejar, y apoyar al técnico, pero no nos olvidemos de los temas de fondo: el fomento de divisiones menores, de una institucionalidad deportiva, la rentabilidad del fútbol (también es un negocio) y la infraestructura, así como la responsabilidad de jugadores, de la prensa y de los aficionados para apoyar constantemente.
Si no hacemos esto, la meritoria campaña peruana será recordada como un hecho notable, pero espaciado.