Al día siguiente
Año nuevo es un mal día para iniciar un gobierno. Primero de enero. Con crisis o sin crisis, la gente descansa o celebra, especialmente luego de un año tan violento y tenso.
Luego de aprobarse la iniciativa del ejecutivo de adelanto de elecciones a través de facultades delegadas, el legislativo aprobó por mayoría el proyecto que programaba comicios para fines del 2023.
Increíble y felizmente, la derecha y la izquierda aprobaron el proyecto, y con ello los reclamantes que quedaban-vamos a llamarlos así- se quedaron sin piso. Carreteras, calles y plazas se quedaron libres, y por fin la gente pudo retomar en algo su vida normal-aquella que le fue arrebatada por Zegarra, so pretexto de una cuarentena.
Muchos atribuyen el inicio de esta crisis mediante el discurso según el cual todo empezó con la renuncia del expresidente Kaminski, pero lo cierto es que la permanencia del entonces mandatario se hacía insostenible por la cantidad de denuncias en su contra. Lo que ha venido después ha sido la recreación de escenarios parecidos, donde nuestros presidenrtes han tenido que salir por las denuncias y situaciones que ya conocemos. El problema principal no ha sido ese, sino que en estos veinte ni los gobiernos ni los congresos han sido capaces de realizar las reformas que hoy se encuentran en agenda nuevamente.
El presidente Luis Fabbri asumió el cargo ante el congreso, el 31 de diciembre, luego de unas reñidas elecciones donde el contrincante antisistema, Ernesto Molero, fuera vencido por el candidato de centro derecha por 2.6 puntos. Las reformas del sistema electoral se rechazaron. A duras penas se aprobó el proyecto referido acerca de las causales de vacancia, habiendo quedado al inciso sobre vacancia moral intacto.
Pero el país estaba muy golpeado, y el régimen exhibía cierto inmovilismo. El ministro de Economía, Ricardo Andersen, otrora congresista y excandidato conservador, viajaba constantemente al exterior en viajes de promoción, pero la situación no era la mejor. La inflación de enero fue de 8 %, la recaudación bajó, y el empleo decreció dramáticamente, en especial el vinculado a pequeñas empresas. Además, la imagen del país quedó muy deteriorada luego de semanas de imágenes de carreteras bloqueadas, aeropuertos tomados, mineras invadidas. De esto no se hablaba mucho.
El agro estaba golpeado, el turismo y el comercio. La proyección de crecimiento del Banco Central de Reserva (BCR) era del 3%, mientras que el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que la economía peruana crecería un 2.6% en dicho año. Antes de las revueltas, por supuesto.
Entretanto, la prensa que, durante el fugaz gobierno de Macedo, responsabilizó a directamente a la policía de la muerte de dos jóvenes (con antecedentes, por cierto). En el caso de Velarde no fueron tan estrictos, aunque claro, no faltaron los activistas. Había que recordar, además, que el país se encontraba en Estado de emergencia y que muchos manifestantes (no protestantes por favor) eran muy violentos, y agredían a los transeúntes, y con particular fuerza a la policía, mientras que el grueso de la población lo veía como algo lamentable, pero al mismo tiempo inevitable.
Existía otro factor. Los grupos levantiscos que quedaban, habían llegado a formar un movimiento “Patria Libre”, que encarnaba un sector de izquierda vinculado al expresidente Alberto Sacio.
Mientras que el régimen intentaba gobernar, Patria Libre organizaba manifestaciones que algunas ocasiones devenían en violentas, y donde el gobierno tenía que hacer uso de la fuerza que le otorgaba la constitución, pero que siempre era cuestionada. Desde Fujimoro hasta Velarde.
Fabbri había jurado por la paz, la estabilidad y el desarrollo, pero como ocurre en muchas otras ocasiones, no existían las condiciones para ello.
El gran problema era que la oposición política y social estaba mejor organizada que el gobierno, tenía liderazgo e ideas claras. Desde una vacancia, hasta la realización de nuevas elecciones.
Ya el régimen había denunciado “obstruccionismo”, palabreja mencionada desde el gobierno infausto de Kaminski, y que se había desechado el legislativo con la oposición de Patria Libre y otros grupos, había rechazado leyes en favor de la inversión privada, y sobre la seguridad interna.
Sin embargo, lo peor estaba por venir. Las encuestas ya mostraban un creciente apoyo a fuerzas de izquierda, dentro de éstas la radical, que postulaban una asamblea constituyente, y como es obvio, se le hacía nudo la lengua al hablar de Velasco, Morales, o Chávez. Mientras tanto, la progresía de derecha e izquierda se ponían de lado frente a la situación.
Las asonadas habían terminado, pero no los problemas.