El estado y la minería informal
La informalidad es quizá el problema más grave y no solucionado de la economía peruana. Alrededor del 60 por ciento de la actividad económica es informal. Es decir, no está registrada, no emite recibos ni comprobantes y no tiene planillas. Sus empleados casi siempre trabajan en condiciones desventajosas. No tienen acceso al crédito, entre otros problemas acuciantes.
De todas las actividades productivas la minera es la más resistida -con razón o sin razón-, a pesar que contamos con ingentes recursos mineros y precios altos, de los que el estado recibe tributos y canon, cuyos ingresos, por cierto, deberíamos gastar mejor.
Si la gran minería formal ha estado afectada por conflictos sociales u otros aspectos, la informal ha sido prácticamente olvidada pese a que muchos compatriotas - se habla de un millón de personas- viven de ella y representan un gran potencial.
Las experiencias exitosas como GAMA, con el apoyo de la Cooperación Suiza, realizada en la sierra sur del país, de las que nos habla el sociólogo Percy Bobadilla en esta edición, deberían ser replicadas en otras zonas del país, pero el estado y algunos intereses externos han impedido su puesta en marcha y asumirlas como parte de una estrategia eficaz para la formalización, especialmente si se tiene en cuenta que GAMA es riguroso con los aspectos ecológicos, tomando en cuenta que uno de los cuestionamientos frecuentes a la minería formal e informal es el impacto que tiene en el ecosistema. Gracias a este proyecto, ya existen compañías formalizadas que exportan por 2 millones de dólares. Nada mal para ser empresas recién formalizadas.
Sin embargo, en zonas cono Tambogrande donde se expulsó a la minera Manhattan ahora se destruye el medio ambiente, mientras el estado no actúa, y la acción decidida del gobierno en Madre de Dios se paralizó por un recurso de amparo.
Desgraciadamente no es la primera vez que una experiencia exitosa de formalización se interrumpe. Iniciativas como COFOPRI fueron dejadas de lado por factores políticos y otras como Sierra productiva que desarrolla tecnologías de riego por aspersión y que han beneficiado a miles de campesinos, no han sido contempladas en los programas gubernamentales.
Estos hechos resultan pues inconcebibles en un país que requiere indudablemente trabajar con más velocidad en la lucha contra la pobreza, y así evitar sumergirnos en el mar de los números (de las encuestas) en el que navegamos ahora.