< Detras de la cortina

Víctor Humareda: Una invitación para salir de nuestra burbuja

Pocos seres humanos han vivido a plenitud lo que reconocen como su esencia. Víctor Humareda (de quien se presentó hasta hace poco una brillante exhibición en el Museo de la Nación) es uno de ellos. No solo su sentir y pensamientos estaban arraigados a su vena expresionista, como podemos intuir, sino que también lo estaban en cada uno de sus gestos, en su vestir y en su vida cotidiana. Una hermosa carta del artista peruano Víctor Delfín mostrada en la exhibición nos confirma  la autenticidad de su apariencia,  de la cual sabemos a través de imágenes periodísticas, y también la autenticidad de su personalidad, que conocieron amigos suyos como Delfín. 

Pero hablemos de la vida expresionista de Humareda. Esa vida que - según la definición del expresionismo - debió ser una exageración y hasta una deformación de lo que nosotros conocemos como realidad. Su estilo de vida concita un interés adicional porque su manera de vivir es, por elección, diferente y hasta atrevidamente opuesta al estilo de vida que la sociedad, como institución, califica de adecuada. Lo es también su fidelidad a ese espacio íntimo, sin signos de pretensiones materiales, que fue la habitación 283 en el otrora hotel “Lima” (el cuarto aún existe en medio de lo que hoy en día es la Galería Damero A en el Emporio Comercial de Gamarra) en el distrito de La Victoria. Su preferencia por el barrio de La Parada, al que regresó apresuradamente después de su primer y efímero viaje a la Europa de sus héroes. Su sensibilidad para encontrar el lado humano de algunas mujeres y hombres de la vida oscura, a quienes  llamaba sin prejuicio alguno, amigos. Su manera honesta y nada egoísta de prodigar afecto a realidades que la sociedad nos recomienda ignorar porque son ajenas a toda “válida” ambición.

Esta sociedad ávida por enjuiciar las conductas de sus miembros, de criticar con severidad al ciudadano común que se atreve a trasgredir los “límites”, como cuando quiere ahondar en su curiosidad por lo que se denomina sub-mundo marginal. Curiosidad que es solamente aprobada por la sociedad cuando el interés tiene fines periodísticos o cuando quien explora el sub-mundo es un “legítimo” artista que experimentará por nosotros esas realidades para luego mostrarlas (desde su punto de vista) cuando lo reviva o lo transforme en alguna de sus obras.

Pero, ¿qué puede uno encontrar en mundos sórdidos como aquellos? Quizás no deberíamos pretender hacernos los ajenos haciéndonos esta pregunta, porque después de todo la curiosidad nos ha llevado a más de uno a visitar alguno de estos lugares.  Pero ¿con qué fin? ¿Para saciar una tendencia antropológica?, ¿para satisfacer un instinto voyerista?, ¿para recordarnos y asegurarnos que este sub-mundo visitado no nos pertenece y tampoco nos podría pertenecer aunque esté conformado también por seres humanos?

Ojalá esta curiosidad tan humana no nos limitara a visitar únicamente estos mundos marginales (toda nueva experiencia es aleccionadora), sino además (y mucho más importante aún) a recorrer esos barrios que por diferentes motivos son también marginales. Esos poblados que no gozan de los recursos básicos para vivir con dignidad. Estamos tan cómodamente cobijados en nuestra burbuja que muchas veces nos olvidamos que si existe tanta diferencia entre el peruano que tiene y aquel que no tiene, es no solamente debido a los desaciertos de cada uno de los gobiernos, sino también a nuestra indiferencia.
 

 * Comunicador Social, Universidad de Lima.