< Detras de la cortina

Contrarreforma

Es interesante la manera en que nuestra guerra civil política va decantando lealtades y traiciones. Y, por supuesto, nomenclaturas. Los medios de izquierda llaman “contrarreforma universitaria” al intento de reestructurar la SUNEDU y esto evoca, por supuesto, a la gran guerra religiosa originada por la escisión protestante.

La “contrarreforma” defendida por la historiografía liberal estigmatizaba el papel del catolicismo (“la reacción”) ensalzando el cambio por el cambio, la destrucción creadora. Lo cierto es que de toda revolución emerge una nueva sociedad y eso es lo que va a suceder en la educación superior peruana porque estamos ante un choque de trenes, ante un proceso de reforma total.

A nadie le conviene el maniqueísmo. Además, todos aspiramos al mismo objetivo: la máxima calidad. Para eso, hemos de comprender que los procesos de reforma implican la participación de la mayor parte de los reformados (stakeholders), no la imposición sectaria de un grupo sobre otro. Es difícil, pero posible. Las instituciones no están escritas en piedra, no son los diez mandamientos. Cerrarse a mejorarlas es tan suicida como destruirlas y hace falta mucho sentido común y patriotismo para dialogar cuando eres consciente que tu modelo colisiona ideológicamente con otros que también tienen derecho a existir. Por eso, SUNEDU puede y debe mejorar. Las Universidades peruanas también, faltaba más.

Esta guerra absurda es consecuencia de la profunda división, del cainismo estéril que experimentamos. El radicalismo solo conduce a pactos extraños, antinaturales. Hoy vemos en las mismas trincheras a personajes que en otras circunstancias se masacrarían. El que sostenga que estos equilibrios circunstanciales tienen visos de permanencia, sueña. De los escombros de estos últimos gobiernos surgirá un Perú más dividido, acaso más pobre y con hambre de autoridad.

*Abogado, analista político, Decano de la Facultad de Derecho USIL

*Publicado en el diario "Correo"

*Reproducido con autorización