El Perú no puede esperar
La caída del expresidente del Consejo de Secretarios, Pedro Cateriano, causó mayúscula sorpresa e indignación en un sector de la opinión pública, la cual, inducida por la prensa cercana al régimen - con algunos personajes en verdad patéticos - se dedicó a criticar al Congreso por una decisión “absolutamente irresponsable”.
Es verdad que el Parlamento engendrado por el presidente de facto ha sido pródigo en promover iniciativas irresponsables, pero es cierto también que, el ejecutivo ha empleado, como ha sido costumbre -principalmente desde la época del expresidente Kuczynski- la táctica de responsabilizar al Congreso de sus monumentales ineptitudes.
Cateriano, quien tiene investigaciones pendientes, en teoría, se mostraba conciliador, pero criticaba a los “fujiapristas”, en vez de responder frente a los cuestionamientos que se le hacían sobre, por ejemplo, las investigaciones que tiene en curso.
En su presentación se mostró arrogante, ofreciendo un discurso para otro país y otra circunstancia, casi sin autocrítica. Sin ofrecer disculpas a los peruanos que han perdido su empleo y sus fuentes de ingreso, ni a los ciudadanos que nuestro sistema de salud no pudo salvar.
Del general Martos tenemos las mejores referencias como oficial, pero su actuación política es la que nos deja dudas; no posee formación. No se conocen detalles de su gestión en el Ministerio de Defensa, y en esta crisis se le ha visto más como un represor que como un facilitador o un gestor.
En el remozado gabinete se anuncia además la ratificación de la Srta. María Antonieta Alva, la cual a las justificadas críticas a Reactiva Perú, por otorgar crédito a grandes, y hasta cuestionables compañías, se suma la denuncia de los negocios de su padre siendo ella funcionaria, y sobre lo cual la prensa cercana al gobierno no ha dicho mucho. En estos días, por ejemplo, ha regresado a la fiscalía un personaje tan cuestionado como Pablo Sánchez Velarde, quien sumado a Zoraida Ávalos, casi garantizan la inacción de una institución que-como nos dijo el periodista Rafael Romero- debería dirigir la lucha anticorrupción.
Por otro lado, tanto Vizcarra como Cateriano se han dedicado más a atacar al Parlamento, por una decisión, que nos guste o no, es su competencia, y la respuesta del gobierno ha sido de tratar de responsabilizar del hecho a los “enemigos de la reforma universitaria”. De cómo va a solucionar lo del suministro constante del oxígeno medicinal, cómo se van a intensificar las estrategias de cuarentenas circunscritas o la aplicación de otras medidas, como los cercos sanitarios, el reforzamiento de postas y policlínicos, compras de camas y equipo UCI, solamente se han enunciado frases.
Incluso, el presidente de facto ha tenido el cinismo de pedir un volteo de página, e invocar a la unidad nacional. Y creemos que no solamente está embriagado de poder, sino bastante confundido. Todos tenemos el deber de procurar la unidad, pero eso no implica la ausencia de críticas, y por lo demás, es imposible lograr la unidad en torno a objetivos comunes cuando quien dirige el Estado constantemente promueve la imposición y la polarización.
A propósito del nuevo gabinete, haría bien en explicar el general Martos o la Dra. Pilar Mazzetti por qué seguimos en toque de queda, y en estado de emergencia. ¿Es por un tema sanitario, de seguridad, ambos, o ninguno? O más bien ¿está ejecutando el régimen un plan de control político de la población, donde la gente no pueda transitar, ni manifestarse - aun con las previsiones del caso - bajo pretexto de controlar la pandemia?
Ante la crítica situación que vive el país en el aspecto sanitario, económico y social, el Perú no puede esperar. Basta de discursos, ofrecimientos, monólogos, bravatas, y supuestos e improductivos pactos. Nuestro país necesita justamente lo que ha perdido, salud y economía, con la aplicación de acciones efectivas que aplaquen los efectos de la crisis sanitaria; apoyar con decisión, eficacia y honestidad al sector privado, especialmente a las pequeñas y medianas empresas.
Vizcarra - cuyo legado será el cierre inconstitucional del Congreso, el pésimo manejo de esta crisis, con la consiguiente y gravísima afectación de la economía - debería buscar limar asperezas con la historia, y en este último tramo, tratar de enderezar lo que él mismo torció.