Detras de la cortina

Salud y economía en crisis

En medio de una crítica situación económica, donde la cifra de decrecimiento del PBI para este año probablemente sea, mínimo, de - 6% según un estudio del Banco Mundial, y la de muertos por el Covid 19 aumenta, el presidente y sus secretarios peroran, casi siempre, en absoluta libertad, ante el apocamiento de buena parte de la prensa, que ha claudicado en sus funciones.

Al régimen pareciera interesarle más bien, la vigencia de la cuarentena, que el de ejercer un eficaz gobierno, que es precisamente para lo que, se supone, asumió.

Para lograr esta suerte de estado de sedación, el gobierno de facto se vale de pseudo periodistas y académicos -a los cuales más bien les podríamos llamar propagandistas del encierro- que repiten ese insoportable cliché: quédate en casa.

El proceso parece ser el mismo: Vizcarra responsabilizando del escaso éxito de la medida a unos cuantos irresponsables, los comerciantes o a cualquier, menos al gobierno de facto que encabeza. Luego, representantes del Colegio Médico, con una desmedida influencia y predicamento, comienzan a hablar de la posibilidad de ampliar la vigencia de la malhadada cuarentena, que rara vez matizan.

Posteriormente, secretarios -llamarlos ministros sería demasiado, considerando que son funcionarios de un régimen golpista- comienzan a hablar en términos como “el ejecutivo no descarta”, “la prórroga está en evaluación”, y finalmente anuncia que, en su casi acostumbrado soliloquio, que acogiendo la recomendación del secretario de Salud-el mismo que dejó a su suerte a sus colegas- la medida va a continuar vigente.

El problema estriba en que, tal como está la situación, la principal responsabilidad es del Estado, no de otros, y la prórroga no va a mejorarla. En algún momento la epidemia terminará, no por los aciertos del gobierno, sino por el curso natural de la enfermedad. Pero mientras tanto tenemos que adaptarnos a la situación. Esa es la nueva convivencia, y no de la que hablan discutibles gurús del comportamiento humano.

Además, las investigaciones a Vizcarra y a personajes como Edmer Trujillo siguen confinadas, mientras que el gobernante continúa despotricando del transporte como foco de contagio. Ojo que en este lapso,- sin Congreso, y con prensa adicta - se pudo reformar el sector manu militari, al parecer como le gusta a él. Y no se hizo.

La economía se encuentra en franca recesión, lo que afecta, principalmente, a los más vulnerables: pequeños comerciantes, industriales, trabajadores independientes.

Se autoriza a operar a peluquerías con cita previa, y a domicilio, y a restaurantes también, y si bien es cierto que es una posibilidad que les permite ganar algo, probablemente se los esté condenando a la quiebra. Cada compañía que quiera reanudar sus operaciones depende de la firma de un par de burócratas, y un protocolo, muchas veces imposible de cumplir, y que llevará muchos negocios, como de hecho ya está ocurriendo, y en el mejor de los casos, a la informalidad.

Se permiten trabajar a los gasfiteros, y a las ferreterías no. También se puede comprar ropa y algunos artefactos ¿Se pueden, así no más, adquirir esos objetos en línea y a domicilio?

¿Los quioscos que ofrecen bocaditos embolsados, arreglan relojes, o los lustrabotas generan aglomeración? ¿No podrían abrir los centros comerciales y galerías, con los cuidados del caso? ¿Quiere el gobierno destruir los pequeños negocios?

Ojo que se nos está privando -invocando un problema de salud pública- de nuestro derecho constitucional al trabajo y al libre desplazamiento, y el cual no se combate adecuadamente, mientras un cantante fanfarrón cercano al poder gana unos 50 mil dólares en pocos meses con artilugios, y miles de peruanos se quedan en la calle.

En todo este caos, el Congreso, engendrado por el régimen, demuestra una vena populista, al querer cambiar, por ejemplo, la Constitución y promover referendos, o al validar al taxi colectivo, pero no impulsar una competencia del transporte, cuya carencia se hace evidente, por ejemplo, en gran parte de la avenida Javier Prado.

A propósito, ¿por qué el domingo no podemos salir? Ningún secretario nos ha dicho la razón o el pretexto. Podríamos inferir que es para que descanse la tropa militar o policial que hace -cada vez con menor intensidad- esa labor, pero sería bueno que alguien nos diga un porqué.

Martín Vizcarra pasará a la historia como el gobernante que no solo ordenó un golpe de Estado, sino como aquel que fue incapaz de combatir, con decoro siquiera, un problema de salud pública, y además ha generado con una medida marcial, prolongada, de escasa eficacia, una crisis de inimaginables proporciones.