“La última noche del Titanic”, una crónica literaria del hundimiento
El 15 de abril de 1912 ocurrió la mayor tragedia naval de la historia. El Titanic, considerado el barco más grande y lujoso del mundo, surcaba el océano en su viaje inaugural con rumbo a Nueva York cuando chocó con un iceberg y acabó hundiéndose unas horas después, llevándose consigo miles de vidas.
La editorial Debolsillo recupera el minucioso trabajo del historiador estadounidense Walter Lord (1917-2002) para honrar el centenario de la tragedia. La última noche del Titanic es un texto que Lord publicó en 1955 y en el que éste reconstruyó los hechos tal y como ocurrieron esa noche, mediante investigaciones, declaraciones de supervivientes y anécdotas de los pasajeros. A través de su lectura se podrá entender la tragedia tal y como la vivieron los pasajeros del barco: la confusión inicial, las prisas, la falta de previsión y de organización…
Eran las 23.40 del 14 de Abril de 1912 cuando el vigía del Titanic divisó un iceberg y avisó del peligro. El barco viró en el último momento, pero no pudo evitar que el monumental témpano de hielo rasgara el casco de la embarcación, lo que provocaría que los primeros cinco compartimentos se inundaran inmediatamente.
Pasada la confusión inicial, se empezaron a hacer cálculos. “El Titanic podía mantenerse a flote con dos de los 16 departamentos inundados, podía mantenerse a flote con tres de los cinco primeros departamentos inundados, pero era imposible que se mantuviera a flote con los cinco primeros compartimentos inundados”, afirmó Lord en su obra.
Pese a lo catastrofistas que eran las predicciones, tanto la tripulación como los pasajeros mantenían la calma, ya que el Titanic estaba considerado por todos como insumergible.
Sin embargo, enseguida se empezaron a preparar los botes. Sumando todas las plazas, los salva vidas contaban con capacidad para albergar a 1.178 personas, pero esa noche viajaban a bordo del Titanic 2.207 almas.
A 18 kilómetros de distancia se hallaba el navío Californian, cuya central telegráfica cerró a las 23.30. Por lo tanto, la tripulación de este barco no se enteró de la colisión del Titanic hasta la mañana siguiente, pese a que éste estuvo lanzando cohetes hasta poco tiempo antes de su hundimiento. El Titanic mandó esa noche el primer SOS de la historia.
A las 00.45 del 15 de abril se arrió el bote número 7, el primer bote en bajar al agua. El bote número 1, con capacidad para cuarenta personas, descendió con apenas doce pasajeros a bordo.
Mientras tanto, los pasajeros de tercera clase se encontraban desorientados. A las 00.30 recibieron la orden de subir a mujeres y niños a la cubierta, para lo cual se efectuaron dos viajes. Pero a la 1.20 ya no hubo tiempo para buscar a más personas. A las 2.05 el bote plegable D, el último de todos, bajó al mar. Las personas que se quedaron en el barco tuvieron que arreglárselas como pudieron para salvarse.
A las 2.20 de la madrugada el Titanic se hundía para siempre.
Las listas de bajas contabilizan cuatro víctimas femeninas de las 143 mujeres que viajaban en primera clase -tres de ellas por propia elección-, quince de las 93 con pasaje de segunda y 81 de las 179 pasajeras de tercera clase. En cuanto a los niños, sólo uno de los de primera y segunda clase murió en la tragedia; muy al contrario, el agua se tragó a 53 de los 76 infantes que viajaban en tercera.
El bote número 14 se acercó a los restos del hundimiento una hora después, y sólo pudo recoger a cuatro personas. El bote número 5, con capacidad para 65 personas y cargado sólo con cuarenta, se mantuvo a 300 metros de los nadadores a los que oían gritar. El bote número 6, con capacidad para 65 personas y con 28 a bordo, tampoco se acercó al lugar del desastre. El bote número 1, con doce personas de las cuarenta que podía alojar, se alejó sin rumbo esa noche. De las 1.600 personas que se hundieron con el Titanic, sólo trece fueron recogidas por los botes.
El navío Carpathia llegó con los primeros rayos de luz y, a las 8.30 horas, todos los pasajeros de los botes habían ya subido a bordo del barco. Se planteó que los supervivientes fueran trasladados al Olympic, pero la idea fue descartada casi de inmediato por su espectacular parecido con el Titanic, al que se consideraba como su barco gemelo.