Inca Kola da la hora
El 10 de setiembre del 2015, la familia fundadora de Inca Kola terminó vendiendo su parte a la corporación mexicana Arca.
Cruzarse con un compatriota en Lima, o en cualquier otra ciudad del Perú, vistiendo una camiseta con el logotipo de Inca Kola, es lo común. Pero hacerlo con un europeo, en su ciudad, como lo haría una similar con Adidas o Apple, es una de esas gratas sorpresas que merecen destacarse.
Me ocurrió en Londres, en el multicolor mercado de Brick Lane para más señas, como le sucedió al publicista y escritor Gustavo Rodríguez en Sevilla. “Confieso que me emocioné”, cuenta Gustavo.
En el libro “El dulce sabor de la peruanidad- de la colección Triunfadores peruanos de El Comercio-Rodríguez narra el encuentro con un turista francés o canadiense que ostentaba la prenda como un souvenir pop del Perú. Y ensaya: si tuviésemos que escoger nuevos elementos para el escudo nacional, un cebiche o una Inka-Cola seguramente ganarían.
Pues bien, ¿qué ha ocurrido con esta bebida de 80 años de historia para que devenga en un nítido símbolo de nuestra identidad contemporánea? ¿Por qué se venden sus polos como pan caliente en los mercados; cómo así es parte básica reluciente en nuestra reluciente gastronomía; cómo vende en el Perú más que la Coca-Cola?
Quizás porque desde niños estuvo en nuestra canasta familiar con su sabor azucarado. Quizás por sus sensibles promociones: mensajes de aliento que toman el pulso al ánimo nacional. O quizás, decía un tesista de Harvard analizando su éxito, porque es un caso de David contra Goliat, un gigante cayendo ante un pequeño.
De hecho, Inca Kola –líder de marcas que mejor representan a los peruanos en el 2015- es una de las tres bebidas en el mundo que superó en participación al coloso Coca-Cola en su mercado local. La transnacional, incapaz de destronarla, intentó engullirla: compró el 50% de sus acciones y tomó el control de su mercadeo y producción.
Sin embargo, aún cuando Coca-Cola hubiese querido borrarla del mapa, pronto se dio cuenta que lo que debía, era más bien, desarrollarla mejor. Un estudio de la Escuela de los Negocios Wharton decía entonces que la matriz enmarcó a la bebida en un modelo de “marca unicultural”, explotando su origen étnico, y buscando que se consuma en países con hábitos de consumo similares.
Hace unos meses, la familia fundadora de Inca Kola, los Lindley, que conservó importante participación en el accionariado de la empresa, terminó vendiendo su parte a otro gigante del continente: la corporación mexicana Arca. Con ello, la propiedad de la bebida de “sabor nacional” deja de ser peruana.
Así, Inca Kola enfrenta su último reto: salir de su zona de confort de “marca unicultural” para convertirse en pluricultural. ¿Será la nueva “marca amada” del continente”? ¿Pasará de ser souvenir pop a ícono cosmopolita? Quizás, al final, sí tengamos más camisetas de ésas vistiendo a más personas en el mundo. Pese a no ser más peruana, nos seguiremos emocionando al destaparla.
Un poco de historia
La historia comienza en 1910, cuando el matrimonio británico conformado por don José R. Lindley y Martha Stoppanie de Lindley llega a Lima y se establece en el Rímac, en un pequeño terreno de 200 m2, ubicado en el jirón Cajamarca 371, que fue donde la familia inició sus actividades en forma manual, y con una producción promedio de una botella por minuto.
Posteriormente se introdujeron innovaciones dentro de la empresa que llegaron a engrandecer el rubro de bebidas a través de cambios como el del antiguo sistema de tapa de corcho, tapa de bola por tapa corona. En este terreno fundan una empresa para elaborar y procesar bebidas gasificadas a la cual nombran Santa Rosa.
Ya en 1918, la familia Lindley adquirió la primera máquina semiautomática, lo que permitió aumentar el promedio de una unidad por minuto a quince botellas por minuto.
En 1928 la empresa se transforma en Corporación José R. Lindley S.A. y en 1935, con motivo del cuarto centenario de la fundación de Lima, se lanza al mercado con la frase: Inca Kola sólo hay una y no se parece a ninguna”.