< Detras de la cortina

Seguridad, intocables y superhéroes

En los 80, buena parte del país se encontraba bajo la férula de Sendero Luminoso y el MRTA. Pese a sus esfuerzos, el estado se había visto desbordado, o, para decirlo más crudamente, había fracasado en su lucha. Muchos terroristas eran capturados o abatidos, pero el fenómeno crecía en costa, sierra y selva. Los apagones, atentados, muertes, paros armados eran parte del menú noticioso de aquellos tiempos. Tan repulsivo como el de ahora.

En marzo de 1990, se crea el GEIN, un grupo especial que tenía por objeto enfrentar el problema capturando a las cúpulas. Pero es importante mencionar que, paralelamente, se tomaron otras medidas, como modificar la legislación antiterrorista, y se construyeron nuevos penales de mayor seguridad.

Más allá de errores, excesos, o abusos cometidos en esta lucha, es evidente que la estrategia funcionó. ¿Hubiera sido posible, del 80 al 90, un crecimiento económico real, aunque sea de un magro 2.7%, como el del año pasado, con un escenario de hiperinflación y violencia?  Obviamente no.

Durante la década del 30, Chicago y otras ciudades de Estados Unidos se encontraban atemorizados por la mafia del alcohol. Su fabricación y distribución clandestina, generaba un mercado negro, corrupción y violencia.

Ante esta situación, desde el estado se creó un comando especial, conformado por hombres íntegros y líderes, encabezados por Eliott Ness. Le costó trabajo, pero finalmente las grandes cabezas del crimen, comenzando por Al Capone, acabaron entre rejas. Para lograr sus objetivos, Ness tuvo respaldo político, compromiso ciudadano, autonomía y personal, y Chicago y otras ciudades de Estados Unidos se liberaron de una mafia cruel y despiadada, y de policías, fiscales, y funcionarios corruptos, que figuraban en la nómina de pagos de los criminales.

Hoy, nuestro país nuevamente se encuentra en guerra, esta vez, no frente a la subversión asesina, sino frente a la delincuencia organizada. Y no hablamos ni de carteristas ni escaperos. Hablamos de grupos organizados que matan, destrozan sin ningún control, y amenazan nuestra vida en sociedad. Las causas son muchas: la degradación social, la falta de valores, pero mientras revertimos esos problemas transformando la educación- tarea que nos va demorar años- eso no puede ser obstáculo para combatirla con eficacia.

Tal, vez, sólo tal vez, cabría preguntarse si hoy, al igual que en el Perú de los 80, o el Chicago de los 30, convendría crear un grupo especializado contra la delincuencia organizada. Aquella que mata, destruye, corrompe con total impunidad, y que cuenta, como se sabe, con el apoyo de jueces, fiscales y grupos coludidos.

Este comando tendría que estar integrado por policías, jueces y fiscales impolutos, (que los hay), contar con respaldo político, apoyo logístico y el respaldo de la prensa y la ciudadanía. Y si es que ya existe en el organigrama policial, habría que fortalecerlo. Tiene que ser un grupo conformado con gente de trayectoria intachable, y comprometida con las necesidades de la población, y de su deseo de vivir en paz.

Lo otro será fantasear con el hecho que aparezcan superhéroes, que actúen en nombre de la justicia, al límite de la ley, y con el apoyo de funcionarios honestos pero confundidos. Y convertir a Lima en una ciudad gótica.