< Detras de la cortina

Tacna - Arica: Ejemplo de integración

Llegamos a las 5:30 p.m a Tacna, un 25 de diciembre, luego de realizar un viaje vía aérea en medio de un calor seco. Una ciudad limpia, ordenada, más grande de lo que parece, con un tránsito nada atorado.

Nos hospedamos en la casa de un familiar, que posee una pequeña cadena de tiendas, algo así como las que se ven en Lima, Miraflores o Surco: Todo por $ 0.99, que ya están en cierre, en vista que el alquileres habían subido mucho últimamente y ya llegaba a 1500, eran locales de 100 metros cuadrados. Por esta razón, había decidido vivir de sus rentas.
En Tacna abundan las tiendas por departamento que son de particulares, tipo Saga, Ripley, pero más pequeñas. En el mercado se encuentran celulares a buen precio, y licores, generalmente al 50% del valor que se consigue en Lima.
De cada cuatro camionetas que circulan, tres son de bolivianos, muchos de ellos profesionales de 30 años que están con sus parejas o grupos de mochileros.
Uno de los atractivos de la ciudad es sin duda la casa de Hugo de Zela. Una construcción abovedada, de material noble. Muy visitada, al igual que la de Jorge Basadre.
La comida es buena, pero picante. El famoso picante tacneño se hace de res. También el mondongo picante con marraqueta, que es como un pan tipo ciabatta.
En esta zona del país hay una actividad de contrabando muy fuerte que viene de Puno y en tren. Sale de Arica y llega a Tacna y es tolerada por las autoridades. En las galerías de la ciudad se pueden encontrar trajes Armani originales en S/.350, pero tan arrugados por el viaje que costará mucho trabajo plancharlos.
Luego pasamos a Moquegua. Ilo es un puerto bonito, antiguo y funcional: hay pesca y minería con la Southern.  Podría ser más próspero. Falta inversión, liderazgo y visión: tiene turismo, playas, comida y un lugar como Ite, que es como Lince en micro, que podría parecerse al Callao - recibe canon- y probablemente con mejor uso, hasta a San Isidro.
Posteriormente cruzamos la frontera y llegamos a Arica la cual francamente pensamos que era más moderna. Es una ciudad puerto antigua, ordenada, limpia, y la frontera es comercial pero ordenada, no hay ambulantes como se encuentra en el lado norte. Las dos centrales, de Santa Rosa en el Perú y Chacalluta en Chile, están muy organizadas y ordenadas.
Una de las cosas que nos sorprendió es un cartel de un oftalmólogo, saliendo del cuartel Santa Rosa. De hecho, Tacna recibe la visita de muchos ciudadanos chilenos para consultas odontológicas y se anuncia la apertura de una Clínica Morillas en esa ciudad. 
Uno de los lugares más bonitos es la playa del Chinchorro, donde la belleza de la zona atrae muchos bañistas y la mirada de más de uno a las veraneantes.
Después de realizar este viaje, podemos concluir que Tacna y Arica son dos ciudades integradas económica, social y culturalmente.  Las carreteras que unen toda esa área están en buen estado. Las fronteras son muchas veces administrativas, y no sólo aquí, en muchas partes del mundo.
Hay restaurantes peruanos en Chile, pero no chilenos en el Perú. Y sinceramente no encontramos mucho sabor en sandwiches como el “Completo: hot dog, palta y mayonesa”, o “Avemayo: pollo con tomate o mayonesa”. No encontramos frejoles ni empanadas caldudas.
La vida nocturna en la zona no es muy activa, en Arica, por ejemplo, hay una avenida 21 de mayo, con comercios y un boulevard como las “Calle de las pizzas”, pero que atiende sólo hasta las once de la noche.
La parte más emotiva de la travesía fue la visita al Morro de Arica donde se exhiben los uniformes de nuestros militares y también los cañones que se usaron en la época. Eran muy pequeños, más pequeños de lo que creíamos, tal como nos contaba nuestro abuelo, un ex oficial del ejército. Todo esto nos remontó a la niñez.
A diferencia de otras zonas del país, no observamos mendigos ni mayores problemas de seguridad, algo que se ve constantemente en Lima y en otras ciudades, pero sí nos comentaron casos de algunos niños y la trata de personas, propia de estas zonas fronterizas.
El recelo que teníamos de visitar Chile, alimentados por presencia económica, recuerdos futbolísticos o conflictos de hace 100 años desaparecieron. Los chilenos nos trataron muy bien como turistas, quizá con un trato mejor al que nosotros les damos a ellos. No recibimos, escuchamos ni vimos ningún comentario o algún incidente desagradable de xenofobia o ninguna clase de agravio.
* Administrador de empresas, Universidad Ricardo Palma