El desarrollo incompleto
Cuando en marzo de 2008 volvimos a visitar Lambayeque y Loreto (luego de casi 10 años), fuimos sorprendidos por un entorno que poco había cambiado. Si antes la ciudad de Lambayeque era distinguible de Chiclayo, ahora ambas están prácticamente fusionadas por la expansión urbana, sin que el transporte público haya sido ordenado o modernizado.
A diferencia del año 1998, esta vez nuestro recorrido hacia las pirámides de Túcume y las ruinas en Sipán lo hicimos en una camioneta turística, y ya no en las veloces y peligrosas combis, que aún transitan para esa mayoría que por razones económicas no puede viajar en condiciones de mayor seguridad. Lo que volvimos a observar fueron los mismos trechos sin asfaltar y las mismas viviendas precarias en los pueblos que a lo largo del camino (como Muchic) nos recuerdan que aún en la costa existe un país que no avanza.
Incluso las áreas circundantes a destinos turísticos como el Bosque de Pómac aguardan la modernización y las mínimas condiciones para facilitar un turismo respetable. En aquellos días de marzo, la corriente impetuosa y casi desbordante del río La Leche impidió la visita de las ruinas al otro lado de la orilla, simplemente porque no hay un puente.
Pero estas carencias y deficiencias que aún subsisten en la Costa -y no sólo en la Sierra-, no las muestran muchas encuestas, ni las entidades del gobierno central o Regional. Y es que las estadísticas simplifican convenientemente la realidad, mucho más compleja y avasalladora que unos pocos indicadores son incapaces de reflejar.
Justamente, en Iquitos el zumbido de aproximadamente 20 mil moto taxis demuestran que la informalidad y precariedad sobrevive en ciudades pretendidamente de turismo emblemático, donde al lado de estas moto taxis, las empresas de turismo de aventura se reproducen sin cumplir con las normas mínimas de seguridad. Los funcionarios locales, regionales y nacionales solo tendrían que acercarse a cualquiera de ellas para comprobar la imprudencia temeraria de los conductores de los botes de pasajeros que trasladan a los turistas o los pobladores hacia los albergues turísticos, caseríos o pueblos.
En Tumbes, el desarrollo también tarda. Desde la década del 60, esta ciudad aguarda una mejora en la calidad de su infraestructura y servicios públicos (principalmente el suministro de agua potable). Igualmente el esfuerzo por modernizar y ordenar el servicio turístico es tan insuficiente como el que se aprecia en Iquitos. Las visitas a los manglares perturba abiertamente el ecosistema, mientras que la salubridad de los restaurantes en la Isla del Amor o un servicio higiénico razonable son deudas que desde hace mucho no se han saldado con el visitante nacional o extranjero.
Cuando pensábamos que algo diferente veríamos en Talara, en camino hacia Piura, lo cierto es que ni el Gobierno Militar de Velasco, con PetroPerú, ni los gobiernos sucesivos, han podido brindarle el desarrollo que se merecía como ciudad colindante con los recursos petroleros que valorizados en millones de dólares se diluyeron sin dejarle una huella perdurable de progreso. En las afueras de dicha ciudad, un asentamiento humano fundado el ano pasado, nos indica que la precariedad terminará por engullir a Talara.
Este panorama de postración también lo comparte el especialista en Energía Aurelio Ochoa, cuando cuestiona la esencia del proyecto de reglamentación del Ministerio de Energía y Minas para prorrogar el desecho de gas natural por dos años y medio más. Este recurso no puede utilizarse hasta ahora en el desarrollo de una industria petroquímica y de generación eléctrica. Esto significa que Talara (pueblo con dos días semanales de suministro de agua potable) dejará de percibir los beneficios del canon por este gas natural arrojado al aire[1].
Por su parte, Cecilia Blume[2] (abogada con una larga trayectoria en la administración pública) refuerza nuestra percepción en un artículo reciente, cuando afirma enérgicamente que la vida de los cuzqueños más pobres, quienes viven en la periferia de la ciudad imperial, no habría cambiado mucho. En su opinión, luego de una visita por Semana Santa, esta diferencia probablemente sea consecuencia del uso ineficaz de los recursos del canon.
Recién a mediados del 2009, se construyó el tan ansiado puente en ese sector del Bosque de Pómac, con el apoyo de la Cooperación Técnica Española.
Definitivamente existe un Perú que no avanza. Es una parte del país que convive con esa otra parte boyante y en crecimiento. La ciudad de Bagua y sus alrededores, con ocasión de la protesta de hace un año, nos han mostrado con crudeza, violencia y desesperación esos retrasos que desafortunadamente todavía abundan en nuestro país.