El oncenio perdido
A pocos días de cumplir un año, el régimen ha sido incapaz de cumplir sus promesas, Que no haya más pobres en un país de ricos, inversión sin corrupción, masificar el gas. ¿Qué hay de estas ofertas? Nada.
Afortunadamente, tampoco ha cumplido ni podrá cumplir, si es que no cambian las condiciones objetivas - como dicen los marxistas - la creación de una nueva Asamblea Constituyente. Tampoco ha cumplido con ayudar a los agricultores ni a toda esa franja de pobladores que vieron en él a un ¿rondero? ¿sindicalista? como medio no solo de representar sus frustraciones y aspiraciones, sino de generar los cambios que terminen con su postración.
El régimen de Pedro Castillo no se distingue por su extremismo - probablemente ni sepa qué significa ese término - sino por su completa incapacidad para combatir los problemas más importantes del país. La muestra de ello es la interminable cantidad de ministros y funcionaros, renunciantes y renunciados, a la cual se ha sumado la exministra de Trabajo Bettsy Chávez, una figura que perdió brillo con el tiempo, o el renunciante Javier León en Agricultura, un sector tan álgido como Minería, en el cual el gobierno no tiene ni idea de cómo manejar.
Un gobernante con “un dedo de frente” abriría el espectro, convocaría a otras personalidades, pero Castillo no es así. Que no lo vaque la calle o el Congreso parece ser el único objetivo. Conservar su trabajo.
Entretanto, siguen las denuncias que vinculan a él y a su entorno a negocios (o negociados), y no sabemos hasta dónde llegará la madeja. El caso del exministro Juan Silva es un reto para la Fiscalía y la policía. Vamos a ver si es tan diligente como lo fue en los casos del expresidente Alan García, Keiko Fujimori o el exalcalde Castañeda.
Entonces, los peruanos podemos, de alguna manera, respirar más tranquilos, pues la posibilidad de aplicar el ideario es nula, pero nos debería preocupar la gestión pública, esa que nos causa frustración todos los días y de la que nos quejemos con razón por sus taras y vicios que, siguen deteriorando nuestra institucionalidad.
Si los gobiernos de Ollanta Humala, Kuczynski, Vizcarra y Sagasti pese a no ser tan caóticos, se les llamaron quinquenios perdidos, ya podemos hablar de un oncenio. La ley que perfila los puestos de los funcionarios podría ser un conveniente corsé que ordene nuestra caótica administración. Sin embargo, conviene apuntalar también SERVIR, para cautelar la incorporación de funcionarios públicos de nivel gerencial, con preparación técnica y compromiso para servir al bien común.
Mientras nos encaminamos al oncenio perdido, no hay pues nada para celebrar, excepto – ojalá - la probable clasificación de Perú al Mundial de Qatar. Como afirmó el periodista Luis Enrique Negrini en recientemente, en estos tiempos los futbolistas nos representan más que los políticos. Es un hecho.