< Detras de la cortina

Sendero y la Marea roja

En la semana que pasó fuimos testigos de una marea roja. Una marea que vino, obviamente, por la posibilidad de inscripción del MOVADEF, algo que hizo estremecer a los ciudadanos.

La interrogante es, sin embargo, cómo consiguió las firmas para su inscripción, y es verdad que su página web y los padrones pueden inducir a engaños, pero es cierto también que en los últimos años nadie habla del tema. Buena parte de la sociedad, y especialmente la juventud, está preocupada, en nuestra opinión, de divertirse a veces de un modo inapropiado con programas de pseudo farándula y entretenimiento, y en el mejor de los casos, sumergirse en su mundo y progresar. No hay nada malo en ello, pero por supuesto, no es suficiente. ¿Constituye esto un ejercicio de negación como autodefensa, o es que como dicen los asháninkas (pueblo diezmado por las hordas senderistas), recordar es volver a enfermarse?

Lo poco que han oído hablar muchos de los que hoy frisan o apenas sobrepasan los 20 años probablemente tiene que ver con los crímenes perpetrados por los oficiales del ejército y la policía en su combate contra el terror. Actos condenables por cierto, y que merecen una sanción ejemplar.
Sin embargo, lo que debemos preguntarlos es si por castigar estos crímenes (no excesos), nos hemos olvidado de lo que fue - y es - Sendero. Bastaría hacer una evaluación de cuánta cobertura mediática se le han dado a estos hechos, y si ha habido algún sesgo en la misma.
El estado tiene pues una gran responsabilidad, pero los primeros que deben dar a conocer los hechos son los padres de familia. La educación comienza en casa.
Sendero Luminoso constituye un proyecto totalitario y asesino que aún nos amenaza. Las frases que se vieron en las imágenes que registró la prensa, "impugnar un proceso", "arrancar la inscripción", hablan por sí mismas. Para Sendero, el ambulante o pequeño comerciante era un capitalista burgués que vivía en base a la plusvalía que generaba con su actividad. Las comunidades andinas y amazónicas que osaban rebelarse eran "mesnadas" que debían ser castigadas, los crímenes como Lucanarmarca y los asesinatos eran "excesos". Quienes se atrevían a dejar el movimiento eran traidores. Todos podíamos ser merecedores de "ajusticiamientos" y "los mil ojos y mil oídos del partido" estaban ahí siempre. La intolerancia era el signo de su nueva democracia.
Por otro lado, la polémica en torno a la Comisión de la Verdad sigue vigente. En nuestra opinión, no era necesaria. Bastaba, simplemente, con un Poder Judicial probo y una fiscalía autónoma y eficaz que investigue los hechos y sancione a los responsables. Además, como nos refirió Mario Saldaña, pecó de exclusión: ningún empresario (ni grande ni pequeño), ni oficial del ejército importante y/o la policía la integró.
En vez de reforzar los canales respectivos (en este caso judiciales), al Estado peruano y sus operadores les encanta crear colegiados, comisiones, mesas de diálogo, consejos consultivos, en muchos casos con pobres resultados. Por esa misma razón los organismos reguladores de servicios funcionan fuera de sus respectivos sectores. La institucionalidad que debe encargarse de cada asunto demuestra una alarmante incapacidad y debilidad. 
Además, existe un aspecto fundamental, que nuestra justicia siempre parece olvidar: los derechos de los delincuentes no valen más que los de hombres de bien.
El MOVADEF es un brazo político de Sendero Luminoso, pero según recientes declaraciones del procurador Julio Galindo en la cadena Willax, no hay tal división, el senderismo es único y monolítico. Si esto fuera así, la amenaza sería aún mayor.
Independientemente que logre inscribirse o no - al parecer el grupo filo senderista ha preferido victimizarse, esperar que se produzcan las "condiciones objetivas" para su legalización - sigue ganando espacios en el sector educación o frentes radicales. Algo tenemos que hacer para que esta marea roja no llegue y no llene nuevamente de sangre el país.
Los nombres del catedrático Carlos Capeletti, del periodista Hernán Tenicela, del profesor Abelardo Ludeña, del doctor César López Silva, de la conservacionista Bárbara d’ Achille, del ex ministro de Trabajo y congresista Orestes Rodríguez Campos y su hijo Óscar, del Crl. PNP Manuel Tumba Ortega, de las dirigentes populares Pascuala Rosado y María Elena Moyano, del Dr. Oswaldo Cava, de Pablo Santoma, Óscar Chimanca, de la Confederación Nomatsiguenga y Asháninka del Pangoa, (CONOAP) y Dante Martínez, entre otros miles de insignes y valerosos peruanos, no pueden quedar en el olvido. Ni tampoco las víctimas del MRTA.
El terrorismo ya ocasionó la muerte de más de 30 mi personas. ¿No son suficientes?