< Detras de la cortina

Fantasmas (y espíritus) a la mesa

Empecemos por lo fundamental. Nosotros no creemos en esas cosas, o por lo menos, carecemos de pruebas. No somos descreídos, pero sí escépticos.

Todo empezó en una amena sobremesa hace unos días. Nos encontrábamos almorzando, y de pronto, una tía (en el sentido peruano de la palabra) amiga, no familiar, comenzó de pronto, a narrar sus experiencias.

En realidad, nosotros comenzamos mencionando lo que hace algún tiempo nos contó una amiga que enterró a su perro en el jardín, lo que no tiene nada de extraño, pero lo que sí nos causó extrañeza y cuando le preguntamos por qué: para que nos proteja. Nosotros dijimos ¿Qué?

Por supuesto que no es la primera historia que oímos ni la última que escucharemos. Pero lo de esa tarde fue increíble. Nuestra visitante comentó el caso de una persona que había fallecido en un accidente, y que una noche, estando con sus hijas, escuchó destrozos en su cocina. Bajó y encontró todo tirado. Llamó sus hijas, se puso a rezar, y se fue a dormir. Al día siguiente, todo estaba como si nada.

Un relato similar escuchamos de otra amiga cuyo familiar falleció en “Utopía”. Después de fallecido, todas las noches escuchaban ruidos muy fuertes en la cocina, y no entendían, y según nos mencionó, era el espíritu de su difunto hermano manifestando, al parecer, su rabia por haberse ido antes de tiempo.

Para un amigo, estos episodios tendrían otra explicación: "cuando eso ocurre, es que algún fallecido pide misa o visita", y esa manifestación es su manera de "reclamar" eso. Otra hipótesis para algo inexplicable.

La otra historia de nuestra comensal fue aún más fascinante. Era una época de inseguridad en el Perú, de Sendero, y según narra esta persona, a su casa ingresaron individuos con pasamontañas y las asustaron, y luego de ello, y amenazarla, avanzaron hacia el interior y de pronto, salieron despavoridos. ¿Qué ocurrió? Un esqueleto los había hecho correr, y efectivamente, era un esqueleto de un sacerdote franciscano, y si no nos equivocamos, obtenido de una morgue. La casa está por los alrededores de la huaca Juliana.

En realidad, nos contó, su hermano le había aconsejado a esta persona, que consiga un esqueleto, ya que protegía más que los vigilantes, perros y que los policías.

Alrededor de la mesa, nuestra madre, católica devota, sólo escuchaba, nosotros comentábamos sin tomar partido, pero en verdad, no será la primera ni la última de estas historias.

Desde niños, hemos escuchado historias de la casa Matusita en el Centro de Lima, de almas que penan, y se pasean para despedirse, y nunca le hemos dado crédito. Pero las continuamos oyendo.

Es más, tenemos una foto de un amigo al costado de su televisor, desconectado, y lo que parece ser la imagen de su madre, que había fallecido recientemente al lado, pero aun así dudamos.