< Detras de la cortina

El Cine como arte

Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con un joven universitario de medios audiovisuales. Me entusiasmó su interés por apreciar una gama amplia de opciones. Su atracción por el cine no se limitaba al cine contemporáneo, como muchos jóvenes de su edad, sino también incluía períodos del cine tan lejanos como el silente, por ejemplo. Sin embargo, un comentario que hizo casi al final de nuestra conversación me hizo reflexionar. Me dijo que era consciente de que por nuestra realidad nacional le sería muy difícil dedicarse exclusivamente al cine (cosa muy cierta), pero que su ideal era poder vivir del cine y realizar películas de corte artístico. Mis cuarenta y tres años me apresuraron a pensar que este joven, con la mitad de mis años, caía en la pretensiosa idea de que uno puede escoger hacer arte por el simple hecho de que uno desarrolle sus habilidades en áreas como la pintura, la escultura o el cine.

Meses atrás, recuerdo, tuve un encuentro de opiniones con un amigo cineasta peruano por el mismo tema. Era a raíz de pretender intuir las pautas que el Consejo Nacional de Cinematografía (CONACINE) seguía para seleccionar las películas que decide apoyar anualmente. Mi amigo y yo coincidimos cuando dijimos que un esfuerzo se convierte en una obra de autor cuando existe un estilo constante en el trabajo de un creador, incluso si este se aventura a tratar temas diferentes.

Un ejemplo es el del cineasta estadounidense Tim Burton (“Ed Wood”- 1994) quien ha impuesto su estilo, pese a trabajar en una industria que está supeditada a las ganancias que debe conseguir para poder recuperar sus enormes inversiones y en donde, en consecuencia, la decisión del productor es la última palabra. Yo me empeciné, ante mi amigo, diciendo que era pretencioso que un cineasta afirme que hace arte. Un cineasta hace cine; el que su película obtenga el título de obra de arte lo va a decidir el público y el tiempo. Recuerdo que le mencioné un comentario del cineasta John Ford (“Más Corazón Que Odio”-1956) que decía: “Nunca pensé en lo que hacía en términos de arte, o esto es grande o estremecedor, o cosas por el estilo. Para mí siempre fue un trabajo, que yo disfruté enormemente, y eso es todo”. Y otro colega cineasta, Billy Wilder (“El Crepúsculo de los Dioses”-1950) decía: “En mis películas no hay grandes movimientos de cámara ni puntos de vista destinados a demostrar que soy un director de cine”. Buscando algún otro pensamiento para esta nota encontré uno más de Wilder que reafirma, y esta vez con el agregado de la queja, su comentario anterior: “Existe una asociación internacional de ese tipo de críticos, capaces de extasiarse ante el asno muerto de (Jean) Cocteau (“La Bella y la Bestia”-1946) envuelto con telas encima de un piano”. Como vemos, la ironía de Wilder no se limitaba a sus películas, sino también era parte de sus comentarios cotidianos. Este último comentario de Wilder me hizo reflexionar en mi apurado juicio sobre lo que es el arte en el cine y lo que no lo es. La falta de pretensiones de dos grandes como Ford y Wilder en contraste con el comentario del joven universitario me llevó a revisar el verdadero significado de la palabra.

Para la Real Academia de la Lengua Española el arte se define como: “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. Por lo tanto el errado era yo, al querer limitar el significado de arte como solamente una expresión que busca transmitir un sentimiento a través de un efecto estético. Mis disculpas al joven universitario y la mejor de las suertes en su camino para alcanzar su ideal.

* Comunicador Social, U. de Lima