Con las redes en las manos
Redes. Quizás uno de los frutos más importantes de Internet. Una forma que, bien o mal, ha recreado, distorsionado o banalizado las relaciones y que, además, en la mayoría de los casos, su uso es gratuito.
Para empezar, si uno no figura en alguna, se podría decir que no existe (¿o más bien está algo aislado?). Y sirven para todo; para buscar pareja - cuando se supone que, los métodos “tradicionales” han fallado -, para el trabajo, para socializar, para vender. Empresas y gobiernos - incluyendo éste - la usan como herramienta de comunicación y propaganda, con resultados dispares.
Habría que ver también la gran cantidad de material que existe en las redes, hecho por profesionales, y muchos por aficionados. Estas herramientas han servido también para que muchas personas obtengan recursos. Enhorabuena.
La primera gran red fue el Chat de Hotmail, modalidad de conversación por la computadora, terminal a terminal, en la que uno se podía sumergir horas y horas “loreando con alguien”, y hasta se podía buscar a otra persona para terciar en la charla. Luego, FB, el invento de Mark Zuckerberg, cambió nuestro modo de relacionarnos con los demás. La CP e Internet habían reemplazado al contacto “cara a cara”.
La historia del FB es curiosa. Zuckerberg le gana por puesta de mano a un grupo de “chicos bien” de Harvard, y se convierte en dueño de una de las empresas más grandes del mundo, que gana por la publicidad, como lo muestra “Red social”, la estupenda película, con las actuaciones de Jesse Eisenberg y Justin Timberlake.
Luego vino Youtube, el paraíso audiovisual, donde se pueden encontrar videos (nosotros encontramos el Súper agente 86, una de nuestras series favoritas), películas, comerciales, documentales, material nuevo y antiguo de todo tipo, y también gratis -siempre que tengan autorización Twitter, una red de mensajería y donde se podían publicar, no postear, “manifiestos”, eso sí, de no más de 140 caracteres. Skype que añadió una cualidad invalorable para muchos usuarios: la imagen. Como decía un panel que vimos hace años: “Te llamé porque quería verte”.
Posteriormente, apareció Whatsapp fundada en 2009 por Jan Koum, un inmigrante ucraniano en Estados Unidos, y que había trabajado previamente en Yahoo.
La aplicación fue comprada por Facebook, por 19 000 millones de dólares, y tiene 1000 millones más usuarios que FB. Con nosotros ocurre algo curioso: no usamos Facebook, pero sí Whatsapp. Porque como dijimos antes, todos tenemos que estar en una.
Esta red es mágica, maravillosa, sirve para todo: para contactar, informarse, chacotear, y sobre todo, para transmitir todo tipo de información con una velocidad impresionante: chistes, comentarios, y sentimientos, más de una vez negativos, principalmente odios.
Y también puede ser muy antipática: hace sonar el celular en cualquier momento, y no siempre se puede contestar. Además, en ocasiones por escribir con rapidez uno se equivoca o envía el mensaje a la persona o al grupo errado. Ya nos ocurrió.
Ya Umberto Eco, el reconocido intelectual italiano, manifestó que esta eclosión de redes puede llegar a ser un efecto negativo de la tecnología que, ha permitido darle voz a un montón de personas idiotas o poco inteligentes. Pero todos, hasta los no muy inteligentes tienen derecho a hablar. Además está el hecho que, al enviar un mensaje, uno nunca ve la expresión de su “interlocutor”, aquello que en la comunicación directa es tan notorio.
Además la red de marras promueve una ortografía y sintaxis horrible, contribuyendo a la acelerada degradación del lenguaje, aunque también hay que decir que muchos no necesitan de las redes para maltratar el idioma.
Sin embargo, no puede dudarse que, muchas de estas redes sociales, como Twitter, han ayudado a moldear corrientes de opinión, a formar -y a veces deformar- la opinión pública sobre determinados temas de coyuntura e incluso a movilizar a grupos de interés en defensa de sus derechos, como ocurrió en el Medio Oriente, o en nuestro medio, luego de conocerse los reales o supuestos efectos de la llamada “ley de promoción del empleo juvenil”. Por esta razón, se les considera ya como poderes fácticos.
Con pocos grupos y contactos en nuestro celular, todavía nos estamos adaptando a su uso, pero nos falta mucho. Y cuando lo hagamos, estamos casi seguros que aparecerá además de Instagram, Telegram, alguna otra aplicación más moderna, más eficaz, y probablemente también - estamos casi seguros - insufrible.