Detras de la cortina

Horas de lucha

La asunción de la Sra. Dina Boluarte no solo ha significado la caída de uno de los gobernantes más incapaces de nuestra historia, sino también la generación de una crisis que bien podríamos calificar como terminal de nuestro obsoleto e hiper precario sistema político que, sin embargo, reformado nos debería llevar a algo mínimamente mejor. Algo que hemos señalado en esta “Cortina” desde su fundación, hace ya 13 largos y dramáticos años.

La resolución de esta crisis pasa por dos aristas. La primera es, como es de suponer, el restablecimiento del orden interno, y la segunda, como es obvio también decirlo, tiene un cariz político.

El gobierno constitucional y democrático de la Sra. Boluarte fue resultado de una negociación política que la libró de una acusación constitucional, pero en Estado de Derecho se reconoce los resultados nos gusten o no. Sin embargo (por impericia o indecisión) ha demorado en tomar las medidas más lógicas a aplicar en estos casos.

Esperemos que, la instauración del Estado de Emergencia y el “toque de queda” en varias regiones termine con el Estado de Caos que algunos quieren instalar en nuestro país, sean vándalos o radicales, aspecto sobre lo cual exigimos a las autoridades que nos brinden más información. No es posible que esta situación continúe. Si el Estado peruano ha combatido exitosamente al terrorismo, puede acabar con este vandalismo radical sofisticado, azuzado por una serie de intereses, y como hemos dicho, casi promovido por un sistema político inoperante que tolera, y casi fomenta, la incompetencia y la corrupción.

En ese contexto, la adopción de cada medida tiene que ser explicada a la población, y no solo eso, debe informarse periódicamente a la ciudadanía cuál es su impacto. Todas las acciones tienen que estar plenamente justificadas. El estado de emergencia debe acompañarse de un refinado trabajo de inteligencia de la marina o de la policía, por citar dos ejemplos, que permita capturar los cabecillas e ir desarticulando estas células, acompañado también de un diligente trabajo fiscal y judicial. Si una medida no es efectiva, tiene que estudiarse otra.

Sobre el segundo aspecto, ya en el plano político, el Congreso, que ha estado mirando el balcón durante muchos años, tiene que apurar el paso y aprobar, lo antes posible, un adelanto de elecciones con reformas mínimas, que permitan al país lograr una estabilidad política y económica, especialmente si consideramos el contexto internacional. Por eso resulta imperativo controlar o acabar con esta crisis social y política, con el apoyo de los gobernadores regionales y alcaldes provinciales, quienes deben ser parte de las negociaciones con los representantes acreditados de las organizaciones civiles que, siendo parte de las protestas, no han estado involucrados en actos de violencia o subversivos.

El expresidente Pedro Castillo, se suma a la larga lista de autoridades que tendrán que responder a la justicia, y por supuesto, bajo un debido proceso.

Continuamos pendientes del trabajo de la Sra. Boluarte, a la cual le pedimos aplomo y realismo, por lo cual toda mención al expresidente debe olvidarse, a menos que tenga una razón que no conocemos, o sea un mensaje encriptado; que se olvide del mensaje misericordioso, y, por cierto, no se convierta en un émulo del nefasto Martín Vizcarra. Los peruanos no nos merecemos ni un minuto más el caos y sangre. Y la primera que tiene el poder para revertir la situación es ella.

No queremos terminar esta editorial de reflexión sin brindar un justo reconocimiento a todas las instituciones que se pusieron del lado de la ley durante el aciago 7 de diciembre.

Finalmente, si queremos adherirnos al Estado de Derecho, nunca más queremos escuchar “disolver”, “gobierno de excepción”, “revolucionario”, de “reconstrucción”, o eufemismos que ya sabemos cómo terminan. La situación crítica del país que ha ocasionado las renuncias del ministro de Educación y Cultura, por los lamentables sucesos de Ayacucho, y la negativa del congreso de la aprobación del proyecto de ley acerca de adelanto de elecciones difícilmente contribuirán a una mayor distensión.

Pese a todo, el restablecimiento del orden interno, bajo el imperio de la ley, sigue siendo una tarea urgente.