El mensaje y el discurso
Pasadas las elecciones, y dejados de lado, por lo menos por ahora, los cuestionamientos al origen y antecedentes del gobierno, hemos observado los jaloneos a la hora de conformar el gabinete, la interminable lista de nombres y candidatos, y la seguidilla de viajes que algunos consideraron innecesarios. Un gabinete multicolor, que puede ser interesante para muchos, pero también presentar ya fricciones en su seno, como el que se menciona ya ocurre entre el ministro de Economía Luis Castilla y quien fuera el considerado bolo fijo en esa cartera, el ex funcionario toledista, Kurt Burneo.
Las discusiones en el Consejo de Ministros pueden ser fascinantes para quienes venimos de las canteras de las ciencias sociales, pero también interminables disputas que pueden terminar con el ministro de Salud - como dijo Aldo Mariátegui - regresar al doctor Alberto Tejada a su función de árbitro, y también postergar la toma de decisiones en un país como el nuestro, pleno de urgencias.
Pero sin lugar a dudas, lo que generaba tanto o más expectativa era el primer discurso presidencial. Y a decir verdad fue moderado y conciliador. Ahí, el presidente Humala ofreció mantener un equilibrio fiscal, respetar los TLC, combatir la informalidad, la corrupción, todo esto dentro del marco de crecimiento con inclusión.
También ofreció llevar a cabo la Pensión 65, elevar el salario mínimo vital y privilegiar el uso doméstico del gas, tal como lo había ofrecido en su campaña. En otras palabras, transó en algunos aspectos, pero no en otros.
Sin embargo, lo que quedó en la retina de los televidentes fue su mención al Constitución del 79, que en otra ocasión hubiera pasado desapercibida, de no ser porque fue un ofrecimiento de la primera vuelta de la campaña.
Este acto se interpretó como una persistencia en su iniciativa, que muchos consideran peligrosa, o un acto para mantener a un electorado que votó por esa propuesta.
Habría que decir, sin embargo, que no sería la primera vez que se propone un acto de este tipo. En el pasado, muchos militantes apristas juraron por ella, quizá por un hecho romántico. Los sindicalistas consideran que la del 79 consagra “logros alcanzados”, y algunos juristas señalan que la carta del 93 es “fruto de una dictadura”.
La verdad para nosotros es que la Constitución del 93 sin sus acentos autocráticos ha sido más eficaz que la lírica Constitución del 79, que fue, como olvidan algunos, producto de un gobierno militar, al que por cierto, ni siquiera se investigó. Y ni que decir sobre la agonía de Haya de la Torre y su firma en la Carta Magna.
El principal problema del Perú no es pues constitucional. De hecho, la actual Constitución puede mejorarse y saludamos la actitud del Ministro de Justicia, Francisco Eguiguren, de proponer una reforma parcial y con acuerdos. Pero creemos que los principales problemas del Perú son su sistema político y su falta de democracia interna, como bien lo ha demostrado el caso de Carlos Bruce, y evidentemente la carencia de gerencia pública, con lo que se lograría gastar mejor para tener un mejor estado.
Sobre el gesto del presidente, queremos creer que lo hizo para mantener un grupo de su base social en calma, pero tarde o temprano deberá escoger quienes son sus aliados y quiénes no.
Si ya se dio un baño de realidad en materia económica, conviene que se lo de también en el aspecto político, para lo cual tendrá que tener operadores muy hábiles, pues su antagónica base social puede hacerle la vida a cuadritos, y al Perú también. Tendrá que dar un solo mensaje y un claro discurso.