Una guerra civil
Muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras exclamando a los cuatro vientos que el gobierno ha destrozado la democracia son los mismos que apoyaron la liquidación del Estado de Derecho cuando se inició la guerra civil política que ha convertido al Perú en un ring de boxeo de todos contra todos, una especie de Campo de Agramante tropical sin políticas de Estado y sentido común.
La lenta destrucción de la democracia peruana ha sido tarea de toda la clase dirigente, especialmente de aquellos que consideran que el Derecho puede ser utilizado como arma arrojadiza contra los rivales políticos, instrumentalizando la venganza bajo el manto de la justicia.
Lo cierto es que la espiral de violencia ha ido creciendo a lo largo de los últimos años y de la abierta persecución jurídica hemos consolidado el caos político. Este caos va a devorar el país retrasando su desarrollo y entregando nuestras oportunidades a los vecinos, ya que la inestabilidad es el marco perfecto para el retroceso.
Sin instituciones, sin estrategia regional, empantanados en el cainismo, reos de nuestros odios y fobias, con el radicalismo de todos los extremos empoderado y rampante, el país se enfrenta a un bicentenario donde el mejor horizonte se oscurece en la densa bruma de la mediocridad.
“Ellos lo quisieron así”, dijo Julio César al contemplar un campo lleno de cadáveres romanos muertos en la guerra civil. Sí, esto que sucede en el país es porque nosotros, los peruanos, lo buscamos directamente al violentar el Derecho, al pisotear la Constitución y al utilizar las leyes como balas contra los que no piensan como nosotros. De esos polvos vienen estos lodos.
Publicado en “Correo”, 8/12/2022
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