< Detras de la cortina

Chacalón: El faraón de la cumbia

A 25 años de su muerte, Lorenzo Palacios Quispe, ‘Chacalón’, sigue cantando afinado para sus seguidores. Ahora ve cómo los cerros han conquistado la ciudad y la chicha ya abrazó nuevos escenarios. (*)
1.

En el parnaso de los ídolos populares, ‘Chacalón’ tiene su lotecito junto al de Sarita Colonia, el Zambo Cavero y Carmencita Lara. Lima, la traficosa –parafraseando a Salazar Bondy-, tuvo su faraón, que oteaba el horizonte musical desde las alturas de los cerros de El Agustino, cantaba cumbia micrófono en mano y en su libreta electoral de tres cuerpos firmaba como Lorenzo Palacios Quispe, aunque medio Perú lo llamaba ‘Papá Chacalón’, pater familias de la música tropical andina. Soundtrack de gente lumpen, decían los edulcorados clasemedieros para bajarle la llanta a su popularidad.

Hidalgo de voz aguardentosa, ojos achinados y barriga pródiga, cuando cantaba –juran– los apus migrantes y sus vástagos bajaban en tropel para bailar cada domingo en la Carpa Grau, la Pista Abancay, El Coloso, La Balanza y un largo etcétera de locales sabrosos tatuados de marginalidad, guitarras, congas y timbales. Ahí, Chacalón y La Nueva Crema cantaban, al hilo, desde las ocho de la noche hasta las cinco de la mañana.

‘Rey Chaca’ tenía pinta de sayón, pero era alma sensible. Hablamos del primer metrosexual perucho porque también fue modisto, peluquero y jugaba vóley sin rodilleras. Y claro que sabía mechar con quimba y organizaba pichangas futboleras. Así que si ‘Chacalón’ hubiera estado vivo no hubiera tenido roche en ponerse un delantal rosado. He dicho. Caso cerrado.

2.

¿Cómo se mide el amor de las masas? Más de 20,000 ‘chacaloneros’ acompañaron su féretro –envuelto en una banderola del club Alianza Lima– en el recorrido desde la iglesia de Santo Cristo, en Barrios Altos, hacia el cementerio El Ángel. Cantaban, lloraban y bendecían el cajón con la espumante chela. Sin apuro, arribaron de noche al camposanto: el ‘Faraón’ ya estaba en la autopista de la eternidad.

En señal de duelo, en La Parada los comerciantes dejaron de vender, un honor que no tienen ni los presidentes de la República. Por las calles y cerros de la capital las tornamesas y caseteras repetían ad libitum ‘Soy provinciano’, ‘Poco a poco’, ‘Soy un ave’, ‘Guitarra chichera’; moqueaban con ‘Triste despedida’ o ‘Niños pobres del mundo’, con el que ganaría en 1987 el premio de la Unesco (la canción fue parte de una campaña de Radio Inca para construir una escuelita).

Primero estuvo de inquilino del cuartel Santa Gliseria, pero, muerto con membresía VIP, dos años después lo mudaron a su propio mausoleo. Y ahí aguarda a sus seguidores cada día, desde hace un cuarto de siglo, siempre dispuesto a brindar. Nunca le falta una flor durante el año, tampoco chelas ni platos de comida. Dígame a mí que lo he ido a visitar para corroborar su buena leyenda, vivita y coleando.

3.

Cualquiera no podía cantar como ‘Chacalón’, me decía el recordado antropólogo César Ramos Aldana, sabueso de la cultura popular. Tenía una forma particular de escoger las canciones y frasearlas, “incorporándoles diálogos de la calle”. Para Ramos, había un símil entre ‘Chacalón’ y Héctor Lavoe, otro virtuoso de voz limitada.

Palacios fue el comandante del acorazado musical llamado La Nueva Crema, que fundó junto al guitarrista José Luis Carballo. Produjeron ese explosivo menjunje sonoro con ecos de huaino, pero en ritmo tropical, que fermentaba y revolucionaba la Lima de los ‘lorchos’ (hoy emprendedores). Con su estilo y temática conquistaron los oídos de los cerros San Cosme, San Cristóbal, El Pino, Camote, etcétera. Se convirtió en “La voz del pueblo”.

La Nueva Crema se inició en 1972 con apoyo de discos Horóscopo. Palacios ya había transitado como percusionista de night clubs y frontman del grupo Celeste, con quienes grabó ‘Viento’, sencillo que vendió un millón de copias.

Luego la simbiosis musical entre el director-cantante y los diez integrantes de La Nueva Crema (nombre inspirado en The Cream, del guitarrista Eric Clapton) dio a luz 14 elepés y una gira ininterrumpida por los escenarios alternativos de aquella Lima ochentera.

Sin haber pasado por la maestría en Comunicación, ‘Papá Chacalón’ conocía su público objetivo: los proletarios urbanos, los microempresarios, los ‘cachueleros’, los mil oficios. Ellos aplaudían su sinceridad musical, a prueba de balas. “Su canto no es el de la derrota, sino el del guerrero, como el de los huancas, quechuas o chancas”, me explicaba César Ramos.

Se prestaba a todas las producciones fotográficas de los periódicos del momento. Era un Robin Hood que compartía sus ganancias con la gente. Por ello, ya fallecido, abuelas, madres y niños lo lloraron.

4.

Su padre biológico (el danzante de tijeras Lorenzo Palacios) se olvidó de él a los 8 meses de nacido. Así que desde niño el futuro ídolo del pueblo empezó a trabajar como lustrabotas, lavador de carros. También vendía limones por los alrededores de La Parada para ayudar a parar la olla familiar.

“Nunca me chupé ante la pobreza de mi infancia”, juraba. “La miseria fue durante muchos años mi amigo inseparable, pero gracias a la voz que heredé de mi madre (Olimpia Quispe, la cantante ayacuchana ‘Huaytita’) y a las oportunidades que me otorgaron algunos empresarios me he realizado en el campo artístico y he alcanzado el nivel de vida que muchas veces soñé”, dijo.

En 1987, aseguraba que no era ni calco ni copia. “Nosotros cantamos con nuestro propio estilo. Interpretamos temas con mucho sentimiento y, a la vez, alegría, y principalmente canciones con un mensaje para ese sector marginado: el pueblo, con el que nos identificamos”.

Consagrado, a mediados de los ochenta ya ganaba mensualmente 50,000 intis, tenía carro último modelo y el lujo de siete hijos. Había participado en dos documentales dedicados al fenómeno musical que fermentaba desde Lima-Perú con empuje provinciano: El fenómeno chicha y Chicha para todo el mundo.

Y en marzo de 1991, el Jirón de la Unión se había paralizado cuando el ‘Faraón’, vestido de frac azul, se casó con Dora Puente, la madre de sus hijos y su compañera por 25 años. La iglesia de la Merced nunca repitió un matrimonio más multitudinario. Ya en San Luis, el grupo Maik, la Camagüey y el Chato Grados pusieron a bailar y a zapatear a los invitados.

5.

Como los héroes de la historia, Chacalón murió joven, a los 44 años, y un 24 de junio de 1994, Día del Campesino. A él lo acribilló una diabetes a la que no hacía mucho caso, era zanahoria y tomaba sus cocacolas. Le sobrevino un coma diabético. Ahora canta a dúo con San Pedro, y su música sigue su curso en la voz de su hijo Chacalón Jr. Y podría resucitar en cualquier momento; ya en el 2005 lo demostró: los 10 capítulos de su miniserie, El ángel del pueblo arrasaron en sintonía.

*Músico y escritor
* Publicado en escribidor007.blogspot.com y el 23 de junio de 2019 en El Peruano.

*Reproducido con autorización

Foto:  escribidor007.blogspot.com